Cansada de escuchar frases del tipo ‘Mamá, ¿qué hay de comer hoy?’ o ‘¡Otra vez carne en salsa!’, he decidido que tenemos que cambiar (quizás sería mejor decir renovar) el repertorio culinario que tenemos establecido en casa. Y, en ese camino por descubrir recetas nuevas pero también con el objetivo de que mis hijas aprendan a comer más sano, ha llegado hasta la cocina de mi casa el libro ‘La cocinita de papá’, de José Baig, un recopilatorio de recetas ricas, sanas y fáciles para hacer en familia.
Por qué enseñar a nuestros hijos a comer sano
Mis hijas nunca comieron potitos de bebés y desde pequeñas mostraron su preferencia hacia la comida casera. Saborean el pavo asado al ‘estilo del abuelo Lidio’, dejan el plato reluciente ante los canelones de la abuela Tere, repiten (y no es algo muy frecuente) ración de salmón a la naranba made by tía Juani y le piden a papá que les haga una de sus especialidades: calabacines rellenos de bacon y queso al horno.
También comen, a mi pesar pero intento que sea solo de vez en cuando, hamburguesas, helados, gominolas y pizzas, aunque sé que es mi responsabilidad controlar su consumo y explicarles por qué deberían no hacerlo y los inconvenientes que su ingesta puede tener para su salud.
Y es que igual que les educamos para que incorporaren en su día a valores como la humildad, la responsabilidad, la gratitud o el respeto, creo que los padres tenemos la responsabilidad de enseñarles hábitos de comida saludable para que crezcan sanos y felices y evitemos el desarrollo de enfermedades como la obesidad infantil o la diabetes. Sé que es pronto para que lo vean o, mejor dicho, lo entiendan, pero es bueno que lo sepan y vayan tomando conciencia.
En casa, por ejemplo, hay unas cuantas normas que están instauradas desde que mis hijas pasaron de la teta de mamá a los sólidos: no se le echa azúcar al yogurt; se come fruta, siempre que las circunstancias lo permitan, tres veces al día; y un plato de verdura para la comida o la cena nunca falta.
Y así, poco a poco, mis hijas están aprendiendo que el azúcar, uno de los grandes enemigos de la sociedad, está presente en productos que son ‘salados’ y que se esconde en más alimentos de los que ellas piensan, como es el caso del kétchup. Y, también, en otros que tomamos a diario como puede ser la leche y la fruta (en menos cantidad y más saludable).
Cuando vienen a comprar conmigo, revisamos juntas las etiquetas para ver qué proporción de sugar tiene es producto en concreto por cada 100 gramos (según los expertos no debería de superar el 5%) y así hacemos una pequeña selección de lo que echar a la cesta o lo que es mejor dejar en la estantería. Sé que aún me queda mucho camino que recorrer, pero creo que son pequeños pasos y buenos hábitos que estoy creando.
Descubriendo las recetas de ‘La cocinita de papá’
El siguente nivel en el que nos encontramos es aprender a cocinar. Para inspirarnos, hemos recurrido al libro ‘La cocinita de papá’, con platos divertidos (el libro está lleno de atractivas ilustraciones que llaman la atenciónde mis hijas cuando nos ponemos delantal y empezamos a pasar sus páginas para encontrar nuevas sugerencias) y consejos prácticos sobre cómo cocinar con niños.
Nuestra primera receta fue hamburguesas de atún, una propuesta para la que se necesitan ingredientes básicos (latas de atún, pan rallado, huevo, sal, ajo y perejil) y que, quitando el momento de calentar el aceite y echar nuestra ‘bola de atún’ en la sartén, los niños pueden realizar sin mucha dificultad.
También hemos probado las magdalenas facilísimas que nos propone José Baig, el autor de ‘La cocinita de papá’, y que, como él mismo explica, se trata de una receta tan sencilla que la pueden hacer los niños ‘casi solos’, porque solo hay que juntar todos los ingredientes y estar pendiente del horno (para esto sí que es necesario la ayuda de un adulto).
Tenemos que perderle el miedo a que los niños se cuelen en la cocina porque la mejor forma de que aprendan a tener cuidado es familiarizándose con ese entorno y conociéndolo desde dentro. Puede que tu hijo no esté preparado para freír boquerones, pero sí puede aliñar una ensalada, pesar las cantidades, ‘cantarte’ la receta, lavar las frutas y verduras o encargarse de poner la mesa.