La imaginación de los niños no tiene límites y, en estos momentos de confinamiento aislamiento que nos está tocado vivir por el coronavirus, ellos no solo están demostrando que son unos campeones y una mini superhéroes, también nos están dando una gran lección de su vida para manternos arriba y no flojear. Hoy quiero compartir la historia de Leo, un niño de siete años que con un folio en blanco y unos lápices se prepara para combatir el coronavirus.
La creativa idea de un niño para combatir el coronavirus
Dicen que todo lo imposible comienza con un sueño. De eso sabe mucho Leo, un niño de siete años, que como todos, vive desde hace días atrapado en el tiempo.
Una fuerza mayor nos acecha. Son momentos de confusión, de caos, de pesimismo. Leo sabe que ante los malos momentos solo quedan dos opciones, lamentarse y agachar la cabeza o buscar soluciones. Mira a su alrededor y todo le parece grande, pero no se achanta porque dentro de él brota un sentimiento que le hace mantenerse fuerte.
Con esa idea afronta la realidad que le ha tocado vivir y mientras llega una solución para todos, se enfrenta a nuestro enemigo, el COVID-19, mostrándole sus mejores armas: un folio en blanco y un estuche cargado con lápices de colores afilados con los que dibuja miles de sueños.
Sueña con pilotar un enorme avión, subir muy alto, y desde el cielo, dejar caer una lluvia de vacunas que empapen con su cura a toda la humanidad. O con surcar los siete mares, capitaneando el famoso Bob Barker, para capturar en sus redes al virus y limpiar las aguas turbias que ha ensuciado, y así algún día, poder regresar a jugar a la playa que hoy está esperando desierta.
Dibuja una lámpara maravillosa de la que sale un genio que le concede un deseo, y Leo le pide, a base de trazos bien definidos, que nos despierte de este mal sueño.
Se imagina que la vida es un videojuego y que nuestro destino se juega a una partida. Del desenlace depende la Salud de la raza humana. Pero Leo confía mucho en su destreza con los mandos, tanto como en su pericia con el balón, por eso, ha organizado en una cuartilla rectangular un partido de fútbol. La final de todas las finales, se anuncia en los periódicos. El árbitro da el pitido inicial. Leo capitanea al mejor equipo posible. Defendiendo los palos está su familia que adelanta el balón a la defensa, formada por sus amigos. De ahí llega la pelota al centro del campo en el que la policía y los comerciantes distribuyen el juego. El esférico está ya en los pies de la delantera, que es el frente de batalla, formado por los médicos, que con mucho sacrificio, lanzan el balón a lo alto para que, de chilena, remate y marque Leo. El partido está ganado y el adversario por los suelos.
Y así dibujo a dibujo, Leo sigue soñando y lo hace con la esperanza de volver a ver pronto a sus amigos, a los que tanto echa de menos. Anhela volver a juntarse con ellos y celebrar los cumpleaños como lo hacían antes. Mientras, se conforma con reunirlos a todos en sus dibujos y montar su propia fiesta. Imagina que el virus es una piñata que juntos zarandean y que solo se consigue romper si los tiene a todos cerca.
Solo son dibujos, pero Leo sabe que si lo sueña es posible. Le han contado que la ilusión no es ninguna garantía pero que con ella se han emprendido y conseguido las más grandes hazañas.
Texto: Miguel Domínguez Palomares, autor de la colección de libros ‘Historias de Superhéroes’.