Seguimos con nuestra cata de parques acuáticos familiares y vamos con toda una profesional que no deja pasar detalle por alto: nuestra pequeña de siete años. En esta ocasión es el turno del Aquopolis, en Villanueva de la Cañada, todo un clásico de la Comunidad de Madrid. Y es que, no en vano este año celebra su 35 aniversario. Ya hay una generación que ha podido conocerlo siendo un niño o niña, un o una adolescente y ahora como papá o mamá. Eso es mantener el tipo y saber llevar los años con estilo porque no hay que olvidar que cada pocos años ha apostado por actualizaciones de toboganes y mejoras en el centro para seguir siendo un referente de experiencia refrescante en la capital.
Un día en Aquopolis de Madrid
La oferta de diversión de Aquopolis es infinita, tanto que se convierte en una jornada maratoniana si queremos probar todos los toboganes y experiencias. Consejos varios: ser rápidos en hidratarse con agua y volver a echarnos crema protectora solar e invertir el menor tiempo posible en comer porque, por desgracia, infinitas colas nos esperan para poder lanzarnos por sus toboganes, que es para lo que hemos ido y pagado.
No sabemos cual sería nuestra atracción favorita. Estamos entre el Waikiki Jungle, donde podemos tirarnos los tres en la misma balsa; o el Turbolance, donde se combinan tres tipos de atracciones de agua diferente en una: el Black Hole (tubo cerrado, que también cuenta con atracción independiente), un tobogán abierto de gran pendiente (y quiero recalcar lo de gran pendiente) y un divertido Boomerang que despierta las mariposas del estómago con una caída de 8 metros de altura de half-pipe.
Ambas experiencias el parque las tiene catalogadas como de ‘alta emoción’. En esta categoría también se incluyen el Kangaroa, con seis toboganes para lanzarnos desde una altura de 10 metros sobre esterilla; el Splash, aquí manda una pendiente de 15 metros que aterriza en un estanque donde finalizamos haciendo aquaplaning: y el Boomerang, solo digo que pone a prueba el vértigo de cualquiera.
De moderada emoción destacan el Estanque Dorado, las Pistas Blandas, el Zig Zag, el Río Lento y el Río Rápido, Malibú Beach y la Piscina de Olas. Todo un acierto ha sido convertir la piscina de olas en una especie de discoteca. Cuando las olas acaban un animador nos hace bailar al ritmo de divertidas coreografías con las canciones del verano como si auténticas sirenas y neptúneos fuésemos. Y, claro, también está la zona Infantil para los más pequeños, con sus chorros refrescantes y pequeños toboganes para que empiecen a iniciarse en el mundo de la adrenalina acuática.
Paciencia es la palabra clave que hay que repetirse como un mantra casi constantemente. Aproximadamente, de media, estamos hablando de una hora y cuarto de espera para poder lanzarnos por sus atracciones que no alcanzan el minuto de experiencia. Que cada uno que eche sus cuentas y valore si le compensa. Finalmente optas por descartar toboganes y elegir cuatro, a lo sumo cinco. De verdad, el tiempo no da para más.
Y a ello hay que añadir que, aunque el parque sí cuenta con sombras para el descanso por las praderas, estas se hace escasas en la parte baja de las atracciones donde se recogen los flotadores con los que deberemos subir para lanzarnos, porque las colas sobrepasan la zona acordonada y protegida con toldos. Y si es mínima abajo, en las escaleras que nos elevan a lo alto de los toboganes son inexistentes. Vuelvo a insistir: mucha crema protectora solar.