Decía Groucho Marx que la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna… Y yo añadiría que un pequeño plan en familia de esos que inicias con ilusión y terminas con alegría. ¿Quieres saber a qué me refiero? A realizar una visita al Museo de la Felicidad, un espacio que consta de 20 experiencias interactivas que te darán las claves para levantarte con una amplia sonrisa en la cara todos los días.
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De la felicidad a la tristeza. La importancia de las emociones en nuestro día a día
Las emociones forman parte de nuestro día a día. Nos acompañan de camino a la oficina, siguen con nosotros cuando nos ponemos frente al ordenador del trabajo y no nos abandonan ni en sueños. Por eso es muy importante conocerlas y saber gestionarlas. Y aunque todas son necesarias, algunas son más fáciles de procesar que otras porque no lo es lo mismo pasar un día triste que por uno feliz.
¿Y si empezamos un poco más a saber qué es la felicidad, cómo y por qué se produce o de qué manera influye en nuestra relación con los demás e, incluso, con uno mismo? Un buen paso (y también un buen plan para hacer en familia) es visitar el Museo de la Felicidad, un espacio que se fundamenta en la ciencia y en la psicología positiva y que nos permite conocer y experimentar en primera persona técnicas para aumentar las hormonas de la felicidad, las tan famosas serotonina, dopamina, oxitocina y endorfinas. “Estas cuatro hormonas trabajan en diferentes zonas del cerebro y se pueden activar a través de comportamientos y acciones como los abrazos, los juegos interactivos, las risas o los hábitos saludables”, explica Pablo Claver, director del museo.
El Museo de la Felicidad: un espacio para reír, abrazarse y bailar sin parar
Primera cosa que debes saber antes de entrar en el Museo de la Felicidad: no podrás poner un pie dentro si antes no sonríes a cámara, ¿preparando tu mejor perfil? Y otro requisito: deberás (eso sí que no es obligatorio) rellenar en una pantalla digital un mini cuestionario online. Te servirá para medir cómo de feliz estás antes de tu visita y después.
Y cuando ya lo hayas hecho todo, comienzas tu recorrido por un espacio de tres plantas y más de 20 experiencias interactivas. Sin querer hacer spoiler, te diré que todas están recomendadas para niños y adultos entre 4 y 104 años y que tú decides las que quieres o no hacer (nosotras hicimos todas).
Por cierto, aquí nadie te mete prisa, puedes avanzar y retroceder a tu gusto y realizarlas a tu propio ritmo, pero calcula que suele ser una hora o un poco más, dependiendo de la gente que haya.
Y, lo dicho, te voy a contar algunas de las que más nos han llamado la atención y que repetimos. Por ejemplo, el risómetro. ¿Te imaginas meterte en un espacio (para nada da claustrofobia) con gente que no conoces y, de repente, sentiros unidos por la risa?
Y qué decir del abrazómetro. Ya lo dicen los expertos como Marián Rojas Estapé, amiga del museo y de la que en casa tenemos todos sus libros, hay que abrazarse más. Así que aquí en el Museo de la Felicidad han puesto a tu disposición un adorable oso de peluche para que te des los diez abrazos que son recomendados al día. ¡Ya no tendrás excusa!
Sin conocer a tu hijos, puede intuir y no me equivoco que les va a encantar el tobogán que termina en una mini piscina de bolas y que es una invitación a probar a hacer cosas nuevas y que se salen de nuestra zona de confort, pero también querrán pasar por el cajero de la felicidad (mi favorita) o pegar unos golpes en el saco de boxeo que está en la planta de abajo mientras vosotros os ponéis los cascos para escuchar esas canciones que levantan el ánimo.
¿Dónde está la verdadera felicidad?
El final de este recorrido por el universo de la felicidad lo decides tú misma/o escogiendo una de estas tres puertas. Dentro te espera algo que te cambiará la vida, eso que necesitas para hacer click y ser feliz.
Por cierto, mi recomendación es que vayas con ropa cómoda: mejor zapatillas que tacones y mejor pantalón que falda vestido para que la realización de las pruebas/experiencias sea mucho más placentera. Y ya solo me queda decirte: a disfrutar y a ser feliz dentro del museo pero también fuera. Llévate esa energía contigo y contágiasela a amigos y familiares.