¿No te ha ocurrido que paseas mil y una veces por el mismo sitio sin apenas prestarle importancia ni profundizar en su historia? Y es que Madrid encierra muchos misterios que se nos escapan, aunque quizás es tiempo de conocerlos todos y, de paso, mostrárselos a nuestros hijos. Sonia de Pablos, Historiadora del Arte, nos descubre los secretos más ocultos del Campo del Moro y de los Jardines de Sabatini y alguno que otro sobre el Palacio Real.
Ruta por el Campo del Moro para niños y mayores
Los jardines del Campo del Moro, que se extienden por la fachada occidental del Palacio Real, son gestionados por Patrimonio Nacional, a diferencia de los otros jardines que adornan el Palacio Real de Madrid (los de Sabatini y los de la Plaza de Oriente).
Los jardines del Campo del Moro tienen 20 hectáreas de extensión y fueron declarados de interés histórico artístico en 1931. En una primera fase fueron solo para uso y disfrute de la realeza y no fue hasta finales de la década de los 70 principios de los 80 que el rey Juan Carlos I permitió la entrada de los ciudadanos madrileños y de todo el que quisiera acercarse a ellos, es decir, los hizo visitables.
Si mezclamos un poco de historia y lo salpicamos con unos conocimientos de naturaleza, esta zona del centro de la capital se puede convertir en una ruta perfecta para realizar con niños en cualquier época del año.
Podemos empezar preguntándoles a los niños cuál creen que fue el origen del nombre del Campo del Moro y explicarles que, hasta el siglo XIX, no tenía ningún apodo y en mapas de otras épocas se refiere a esta área simplemente como ‘El Parque’. Para ‘bautizarle’ de alguna manera, se recurrieron a hechos históricos y se toma como referencia que en este espacio estuvieron acampados los moros bajo órdenes de Alí Ben Yusuf, caudillo árabe que vino a reconquistar las tierras.
En nuestro particular recorrido debemos hablarles, como no, del Palacio Real, y les podemos contar que justo en este enclave antes hubo un Alcázar, que a su vez sustituyó a una fortaleza o castillo árabe que perteneció al reino de Toledo, erigido por Mohamed I en el siglo IX, fecha en la que se funda Madrid.
Otra curiosidad que les puede llamar la atención es que estos terrenos, que separan la residencia real del río Manzanares tuvo diferentes usos, según el rey que gobernase en este momento: Felipe II fue quién los adquirió y comenzó a realizar un proyecto para dar más grandiosidad a su ‘hogar’ y a la cuidad, por entonces ya nombrada capital; Felipe realizó diferentes festejos en ellos y, Felipe IV, quien rehusó vivir aquí, lo destinó a la caza menor y al cultivo de distintas especies.
Durante este acogedor paseo os encontraréis distintas fuentes y os recomiendo que os paréis en alguna de ellas para observar las esculturas que tienen, como los tritones (sirenas pero en hombres) o los diferentes motivos mitológicos, y que prestéis atención a la simbología de elementos que en ellas hay y que se relacionaban con la monarquía, por ejemplo, las tortugas (longevidad) o los delfines (inteligencia).
Un pedazo de arte del norte de Europa en el Campo del Moro
Otra parada casi obligataria es el lugar donde se encuentra la figura de Isabel II, ya que durante su reinado es cuando se deciden llevar a cabo las obras del jardín, aunque no se pudieron finalizar, y hay que esperar a la llegada de la regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, para que se retomen nuevamente.
Dentro del jardín hay unas construcciones románticas que son pequeñas edificaciones, como casas rústicas como el chalet del corcho (muy deteriorado) y el chalet de la reina, en honor a la reina María Cristina de Habsburgo, de estilo tirolés y más típico del norte de Europa.
Una cosa muy destacable que hace a este jardín único es la mezcla de dos tipos de jardinería, formalista francés (geometrías, espacios abiertos, ves lo q hay) y paisajista inglesa (romántica, recoveco, no sabes lo q hay a la vuelta de una curva).
Por último, tenéis que estar muy atentos porque en esta ruta os toparéis con un roble singular que lleva aquí más de 200 años, con un madroño, un tejo, un bambú oriental… Y, como habitantes de este campo, algún que otro pavo real que le aporta mucho exotismo a esta zona.