Cuando mis hijas piensan en un museo, tienen en su cabeza la idea de que se trata de un sitio cerrado en el que hay que estar en silencio y, por supuesto, en el que no se puede correr o saltar. Quizás por eso la propuesta que les presenté, aunque al principio no les hacia mucha gracia, se terminó convirtiendo en un plan que recomiendan a sus amigas y al que no les importa volver. Hablo del Museo Ibarrola en Garoza (Ávila) en el que arte y naturaleza se fusionan para mostrar el visitante pinturas y esculturas únicas.
Por qué visitar en Museo Ibarrola en Garoza con niños
A poco más de un ahora de Madrid, en lo que se conoce como el valle de Amblés y escondido entre encinas, nos encontramos con el Museo Ibarrola en Garoza, un lugar sorprendente creado por el pintor y escultor Agustín Ibarrola en el que los visitantes descubrirán auténticas obras de arte al aire libre.
En recepción (niños menores de 12 años no pagan y los adultos abonarán cuatro euros, excepto descuentos por jubilados o carnet joven que son dos euros) os darán un mapa para seguir la senda y a los niños les lanzarán un mini reto (no quiero hacer spoiler). Si lo cumplen con éxito, tendrán su recompensa (tampoco quiero desvelar en qué consiste el premio).
Dispones de una audioguía gratuita en la página web que te va explicando cada una de la piedras pintadas con las que te toparás en el camino. Yo te propongo que antes de escucharlas, hagas tu propia interpretación de lo que captan tus ojos y de lo que a ti te transmiten y, después, oigas lo que inspiró al autor para realizar cada una de las creaciones. Y es que como dice su creador ‘Las piedras tienen formas. Las formas sugieren siempre el tratamiento que tú puedes dar a una piedra por sus huecos, por sus volúmenes, por sus planos…’.
Las piezas más representativas del Museo Ibarrola en Garoza
En todo el recorrido hay más de 56 piedras pintadas y cada una especial y única por algo. Algunas te transmitirán más emoción y otras te pueden dejar indiferente. ¿Quieres saber cuáles han sido nuestras favoritas y no me equivocaría si te dijese que serán las tuyas también? Eso sí , antes te haré una advertencia: están indicadas con un número, pero en ningún caso existe un título oficial, porque Ibarrola rechazó bautizarlas: ‘Los títulos limitan de alguna manera la imaginación del visitante y él tiene que poner algo que es su propia interpretación’.
La primera que nos cautivó fue la de los pájaros blancos y negros y lo hizo por su sencillez y porque según te acercabas a ella parecía que estos animales iban a emprender vuelo y a subir al cielo.
La preferida de los niños fue, sin duda, la tela de araña. Es tanto su realismo que parece que te atrapa porque además la conforman dos piedras con un hueco entre las mismas por donde colarse. Algunos pequeños la ven como un refugio para Spiderman. ¿Tú qué piensas?
En mitad del recorrido, ¡otra pieza maestra!: los ojos. Te puedo asegurar que aquí te quedarás como hipnotizado porque se trata de una propuesta con mucha fuerza. Representan los ojos de la naturaleza. Nos miran con gran intensidad y nos hacen pensar cuánto le debemos y qué trato le estamos dando a la madre Tierra.
Justo a la derecha, tenemos la escultura de la amistad. Ibarrola dibujó sobre esta superficie dos manos que intentan unirse. En función del momento del día que visites este lugar, podrás observar cómo la sombra de los árboles que están a ambos lados infunden mucho más realismo a esta obra.
El sol y la luna. Un consejo que nos dieron antes de iniciar el recorrido es ver cada una de las piezas desde distintos ángulos de vista porque te aportan diferentes perspectivas. Así cuando llegas al sol y la luna verás un conjunto de piedras en dos colores: el amarillo y el naranja, que simbolizan este cuerpo celeste o estrella, y el azul en distintas tonalidades, que se asocia al satélite de la Tierra. ¿Pero sabes dónde está el secreto de esta creación? En subirte a lo alto de algunas de las piedras de alrededor para observar cómo se unen con una pintura blanca y forman ambos elementos celestes. ¡Impresionante!
Un poco más adelante encontrarás un piedra que se confunde con el suelo y en la que los niños (al menos la mías y sus amigos) imaginaron un laberinto. Según nos comentaron, desde algunos satélites se puede apreciar esta propuesta artística.
Y llegando casi al final de la ruta y un poco escondida de todas, vislumbramos las cadenas rotas, un claro símbolo a la libertad.
Si dudas sobre cuál es la mejor época para acercarte al Museo Ibarrola en Garoza te diré que nosotros hemos estado tanto en primavera como en verano, pero nunca fueron días de altas temperaturas. Aunque hay sombras por las encinas, lo mejor es una jornada en la que el sol no queme mucho. En invierno, si hay nieves puede ser bonito, pero la carretera (llegas desde Madrid tomando la A6 hasta Ávila después la N-110 hasta coger una comarcal durante el último kilómetro) puede estar cubierta y dificultar el acceso.
Y, por último, comentarte que hay zonas con mesas a lo largo del recorrido, así que puedes estar una mañana, como fue nuestro caso, o llevarte el bocadillo de tortilla y echar allí el día. ¡Todo es paz y tranquilidad!