Día 15 de marzo. Cinco días desde que declararon el cierre de los colegios y mi empresa me permitió trabajar desde casa. Dos días desde que Pedro Sánchez anunció el estado de emergencia en nuestro país y un día desde que se prohibió la circulación de movimientos en situaciones normales. No hemos llegado a una semana de toda esa pesadilla y ya echo de menos tantas cosas, pero sobre todo mi mejor medicina para levantarme cada día: los besos y los abrazos de mi mariposa y mi mariquita.
La importancia de los besos y los abrazos en tiempos de coronavirus
Me siento afortunada, por ahora ninguno de los miembros de mi casa (mi marido y mis dos hijas) hemos tenido el coronavirus, aunque todavía es pronto, muy pronto, para saber si formaremos parte de la demoledora lista de infectados que cada día parece no encontrar techo.
Estamos todos bien y, lo más importante, juntos en casa, pero me falta algo. Echo de menos los besos y los abrazos de mis hijas. Nunca han sido niñas de expresar sus emociones efusivamente y menos de hacerlo a través de estos sencillos gestos que a mí tanto me chiflan, pero para eso estoy ya, para bombardearlas con besos de todo tipo (el esquimal – nariz con nariz-; el beso de abuela- en la frente; el beso clásico- en la mejilla….) desde por la mañana, antes de irme al trabajo, cuando llego a casa y, como no podía ser de otra manera, antes de irse a la cama Y, confesaré, antes de acostarme yo, me paso por su habitación para terminar el día de la mejor manera posible.
Ahora no solo las personas estamos en cuarentena, los besos, los abrazos y las caricias también debemos limitarlos como medida de prevención. Y a mí me falta algo, me siento incompleta, rara, incómoda y lloro porque necesito sentir a hijas conmigo. Y es que es justo en una situación especial y de crisis cuando estas conductas deberían ser obligatorias y necesarias, porque nos reconfortan y nos recargan de energía.
‘No te acerques tanto a mí’, les he tenido que comentar a mis hijas con gran dolor de mi corazón, cuando siempre han sido ellas las que me pedían que ‘no fuese tan pesada’. Eso sí, hasta ellas ahora echan de menos mis besos y mis abrazos. Así que para no sobrellevar esta situación (quizás estamos exagerando un poco, pero creo que es lo que toca) los hemos sustituido por un choque culo contra culo, una palma de los pies contra los pies y, como dice el gran cantautor Jorge Drexler en el poema que ha compuesto para combatir el COVID-19, un beso codo con codo.
“Ya volverán los abrazos, los besos dados con calma. Si te encuentras un amigo, salúdalo con el alma. Sonríe, tírale un beso, desde lejos sé cercano, no se toca el corazón solamente con la mano. La paranoia y el miedo no son, ni serán el modo, de esta saldremos juntos poniendo codo con codo. Mira a la gente a los ojos, demuéstrale que te importa, mantén a distancias largas tu amor de distancias cortas. Si puedes, no te preocupes, con ocuparte ya alcanza, y dejar que sea el amor el que incline la balanza. La paranoia y el miedo no son, ni serán el modo, de esta saldremos juntos poniendo codo con codo”.
Y en esta situación de emergencia sanitaria echo de menos esos besos y abrazos que desde hace muchos, muchos, muchos años no les doy a mis padres y a mi tía. Por vergüenza y por dejadez, solo tenemos estos gestos en bodas, bautizos y comuniones, ¡y no siempre! Ahora que ni siquiera puedo tenerlos cerca, solo las videollamadas a través de whastapp reducen la distancia- es cuando más me apetece besarles y abrazarles. ¡Qué paradoja de la vida!
Sé que hay muchas formas de demostrar nuestro cariño (así al menos lo han hecho mis padres conmigo) como un gesto, una palabra de ánimo, una frase, una canción, un mensaje, una sonrisa, un chiste, pero echo de menos los besos y los abrazos…