Cudillero es de esos rincones de Asturias que más que un pequeño municipio de la costa occidental de nuestro norte, parece un escenario idílico de película, una ciudad de postal multicolor (mi hija lo ha bautizado como el pueblo “muy, muy, muy mono; pero sin tanta cuesta mejor”). No en vano, este pintoresco pueblo marinero fue declarado Conjunto Histórico Artístico por sus amontonadas casas que cuelgan de la montaña luciendo alegres colores que no dejan indiferente a nadie, entre otros muchos valores.
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Por qué merece la pena visitar Cudillero en Asturias
Se encuentra inmerso en un paisaje increíble y tiene de todo: playas únicas, verdes valles, ríos y cascadas, vertiginosos acantilados y media montaña con brañas vaqueiras (lugares de pasto). Y sobra decir que su gastronomía ya es por sí sola suficiente excusa para que Cudillero merezca una visita.
En la villa se distinguen dos culturas claramente diferencias. Por un lado, los pixuetos, que son los pescadores y habitantes de la parte baja del pueblo, justo donde las casas cuelgan de la ladera de la montaña. Por otro lado, están los caízos, que son los que viven en la calle principal que da acceso al pueblo y es la zona de los oficios y donde se ubican por tradición los comerciantes.
Y después de unas pequeñas pinceladas para ubicarnos y saber dónde estamos empezamos con la acción, porque Cudillero tiene todos los ingredientes naturales para que las familias vivamos un viaje inolvidable. Tomad nota porque la oferta es amplia y variada, apta para todos los gustos, edades y tipos de familia.
Lo que no te puedes perder de Cudillero
¿Qué tal si arrancamos viendo amanecer en un paisaje del jurásico en la playa de Gueirúa (en su extremo oriental aparece una hilera de islotes de piedra afilada que salen del mar)?Hablar de dinosaurios y saber que estamos pisando dónde ellos habitaron a los más pequeños les encanta. Y si encima luego nos podemos dar un buen chapuzón la mañana es insuperable.
Y para los que no os guste madrugar, Cudillero también tiene un escenario mágico con el que acabar el día, disfrutando de un cálido atardecer en los acantilados de Oviñana (desde el Mirador del Sablón, todo un palco de honor en cuanto a la puesta de sol).
Que no acabe la magia ni la imaginación. Desde el faro de Cabo Vidio se puede imaginar la vida de los navegantes o se puede buscar xanas (tipos de hadas del agua) en el bosque de Faedo (una ruta de unos 3 kilómetros llena de mitología y leyendas) o conectar con la naturaleza en las brañas, como los vaqueiros.
Lo dicho, cualquier dirección que tomemos nos lleva a una aventura, aunque sea explorando las callejuelas empinadas (muy empinadas, poco recomendables en horas de calor o después de haber disfrutado de la gastronomía del pueblo) del Anfiteatro de Cudillero.
El rincón favorito de los niños en Cudillero
Y sí, estamos en la costa, así que se puede pasear y jugar en la Playa del Silencio o descubrir un antiguo molino en la Playa de la Vallina, a pie de mar. A la primera se accede por un caminito muy empinado. El coche hay que dejarlo arriba. Según vamos bajando, uno piensa que va a un sitio único, exclusivo. La playa es pequeñita, de piedra, lo que no suele gustar mucho a los peques, aunque luego se animan a lanzar cantos al agua y ahí echan el rato intentando superarse a sí mismos. Lo que la hace tan bella es que a ambos lados hay acantilados rocosos.
Y no es una frase hecha el decir que Cudillero es único, es una realidad. Para muestra un botón. De todos los pueblos marineros del Cantábrico, Cudillero es el único que por su orografía no se ve ni desde tierra ni desde el mar, por estar ubicado en un recodo natural que le confiere esa condición de invisible y, por tanto, misterioso. Esto quiere decir que para que contemples Cudillero tendrás que estar dentro y una vez allí, el espectáculo te resultará asombroso.