Que nos gustan los animales no es ningún misterio y que cada vez buscamos instalaciones que no solo vivan de ‘enseñar’ animales sino que el sitio tenga un fin, nos gusta mucho más. El zoo de Lillo (Toledo) abrió sus puertas a primeros del mes de marzo.
Está asociado al centro de rescate animal del zoo de Castellar, que lleva más de 25 años dedicado a la labor del rescate animal. La fundación fue creada para ayudar a los animales que eran decomisados por las autoridades. Nació como una iniciativa particular para que esas criaturas recibieron los mejores cuidados e intentar devolverlos a la naturaleza y, en el caso de que eso no fuese posible, brindarles la mejor vida.
Tabla de Contenidos
Cómo llegar al zoo de Lillo, en Toledo
Comenzamos dejando el coche en la explanada frente al centro, donde vemos que hay varias mesas de picnic y un parque, que nos parece perfecto para comer después. La zona está llena de lagunas con miradores para poder ver las numerosas aves que visitan esta zona en esta época. Y muy cerca se encuentra Ocaña, que es parada obligatoria de camino a Madrid por su Plaza Mayor y sus distintos monumentos.
Como os contaba al principio, no se trata solo de ver animales, sino de conocer su situación, de interactuar con ellos, de descubrir su historia… Sus cuidadores están tan unidos a cada animal, que muchos de ellos se han criado en sus casas hasta poder adaptarse a sus recintos.
Qué animales viven a día de hoy en el zoo de Lillo
Comenzamos visitando a los bisontes, tan grandes y tan amorosos, con sus lenguas grandes, moradas y ásperas, que nos dan algún que otro lametón, pidiendo plantas para comer. A su vez, las cabras se nos acercan porque ellas también parece que tienen hambre.
El cuidador que no acompaña cómo ha criado en su casa a Amparo, una pequeña cabra negra que está en el centro; también relata que desde que se abrió el zoo de Lillo mucha gente de la zona se acerca a llevarles perro y/o gatos que, aunque no se pueden quedar en el centro, se les busca un hueco en el hogar de algún compañero. Y todo esto nos lo dice mientras una hurona juega en sus brazos y nos la pasa para que disfrutemos de su alegría y podamos acariciarla.
Saliendo de allí nos encontramos con las jaulas de los papagayos, los loritos y las cacatúas. Vemos a los osos y a la osa con un par de oseznos que no dejan de mamar, un lobo y un lince; un águila sin ojo, que espera pacientemente a que la den de comer; una pareja de buitres que no puede volar y que espera a que su cría pueda ser introducida con ellos una vez salga de la incubadora… Aquí se mezclan animales rescatados con aquellos que nunca podrán volver a ser libres, la mayoría de veces por culpa del humano, y animales que fueron criados y queridos pero después abandonados.
Cómo aprovechar tu visita al zoo de Lillo
Es super interesante interactuar con ellos y hacer mil preguntas a la gente que trabaja allí, que está dispuesta a responder todas tus dudas. No te quedes solo en ponerte una pitón en tus hombros y hacerte una foto, pregunta cuánto pesa, qué come, cómo regula su temperatura, qué son esas patas vestigiales que tiene… Detrás de cada animal hay mucha historia.
El zoo de Lillo abre todos los días y tenéis entradas desde 10 euros y también bonos anuales. En su web también tenéis la posibilidad de hacer donaciones, que además luego podéis desgravar en la declaración de la renta.