Las Lagunas de las Madres (popularmente conocidas como Lagunas Madres) es de esos sitios a los que acudes sin esperar nada, pero que te agradan tanto que se lo recomiendas a todo el mundo. Están muy cerquita de Madrid, se puede aparcar bien, no está muy masificado (al menos cuando fuimos nosotros) y es el lugar perfecto para hacer un picnic con los niños y pasar allí las horas hasta que el sol se ponga. ¡Pero aún hay más: acompáñame y te lo cuento bien todo!
Información práctica sobre Las Lagunas Madres
Después de visitar las Lagunas del Campillo y las Lagunas de Velilla, la idea de ir a ver las Lagunas Madres no les atraía mucho a mis hijas pero como yo las digo siempre, hay que ser abiertos de mente y no cerrarse a nada. Ahora, después de haber estado allí, ¡quieren volver!
Empezamos con la información práctica para los padres: ¿cómo llegar? Tienes que coger la A3, dirección Valencia y salirte en la salida 21, dirección a Morata de Tajuña y Chinchón (M-832). Recorres apenas un kilómetro (no vayas muy deprisa para no pasártelo) y a tu derecha verás un cartel que pone ‘Lagunas Madres’. Entra hasta el final y allí encontrarás un parking gratuito.
Tengo que avisarte que este enclave está dentro de un complejo de restauración, por lo que al principio puede que te confundas, pero ambos están separados: puedes entrar con tu nevera, tu comida, la pelota y/o la comba sin ningún tipo de problema. Lleva dinero suelto, porque para entrar en Las Lagunas de la Madres debes abonar un euro por persona.
Qué hace especial a la zona de Las Lagunas de las Madres que todos los niños quieren volver
Una vez que estás dentro, lo primero que ves es un embarcadero y estoy segura de que tus hijos (al menos las mías) te pedirán montar en una de las barcas. Como era nuestra primera vez, decidimos investigar la zona y para una segunda ocasión les prometimos probar la experiencia; eso sí, no dudamos en hacernos la foto en estas embarcaciones y en ver cómo otras familias remaban, remaban y remaban. Nos gustó, como padres siempre velamos por la seguridad de nuestros hijos, que los niños llevan salvavidas. ¡Eso a mí me dejó más tranquila (para alquilar una tienes que dirigirte a la taquilla principal)!
Empezamos a bordear toda la laguna (según entras, coge dirección hacia la izquierda) sin prisa y sin expectativas de ningún tipo, pero la verdad es que nos gustó todo lo que vimos. Zonas de merendero con mesitas para sacar tu tortilla, tu filete empanado, tu ensalada y tu macedonia de frutas. También áreas de columpios para que los niños suban y bajen y… ¡sorpresa: un centro de hípica!
Nos acercamos a preguntar (¿se nota que somos periodistas, je, je, je?) y a ver los caballos y, de nuevo, nos encantó lo que nos explicaron y de lo que fuimos testigos. Animales en buen estado de salud, mucha limpieza, niños disfrutando encima de los caballos… La ruta es de unos 20 minutos aproximadamente, no hay mucha gente y el precio es de 10 euros. Según la práctica del niño (eso te lo dicen los monitores) podrá ir solo o si son pequeños tus retoños, montarán juntos y siempre acompañados de una persona de la instalación.
Continuamos nuestra senda y pasamos por un puente desde el que divisamos otras pequeñas lagunas. ¡Todo está en paz y en el calma! El camino es sencillo para hacer en bici o con carrito de bebé y los niños de todas las edades (a mis hijas les pareció muy corto. Debe ser que las meto demasiada caña con otra rutas). El reflejo de la luz sobre el agua nos transmitía tan buenas energías que nos acercamos a uno de los miradores que hay en mitad del trayecto para grabar esa imagen en nuestra memoria y recuperarlas en los momentos de estrés y desesperación.
Ya nos queda poquito para llegar a nuestro punto de inicio (por si no te lo había dicho, esta senda es circular) y mi hija me pregunta si puede celebrar su décimo cumpleaños aquí para que ella y sus amigas monten a caballo y alquilen una barca, pero eso ya te contaré en otro post.