¿Qué hacéis los sábados o domingos por la tarde en invierno con lluvia y frío? Nosotros tenemos un plan que nunca falla: ir a la biblioteca a descubrir nuevos títulos para después leer en casa. Se trata de una actividad que llevamos haciendo desde que nació mi hija mayor y que os recomiendo para incorporar como alternativa de plan de ocio en familia porque os unirá más y porque son muchos los valores que esta actividad les aporta a los niños. Esto es lo que aprenden los niños cuando van a la biblioteca.
Qué aprenden los niños cuando van a la biblioteca
Cuando yo era pequeña tenía asociada la biblioteca como un lugar de estudio. No empecé a ir a ellas de manera regular hasta que no entré en la Universidad de Periodismo. ¡Me pasé toda la carrera metida en ella! Después de unos cuantos años, las bibliotecas han cambiado y ya no son únicamente ese lugar en el que la gente va a estudiar. Han ampliado su oferta al público infantil y tengo que decir que se agradece.
En la mayoría de las bibliotecas municipales o de la Comunidad de Madrid existe una zona habilitada para los niños, que va desde una mini-ludoteca para los bebés hasta una área para los primeros lectores. Además es habitual que dentro de ella se organicen a diario actividades y/o talleres relacionados con la lectura o las artes (mi mariposa estuvo un año yendo a clases de teatro) y los fines de semana cuentacuentos para diferentes edades.
Todo esto ha hecho que sea casi obligatorio para nosotros consultar la programación de la biblioteca de nuestro barrio antes de hacer planes los fines de semana, incluso hemos comentado el plan a algún amigo de la urbanización y ¡también se ha apuntado! Pero ya no solo me gusta llevar a las niñas allí por la oferta cultural que nos puedan ofrecer, también porque cuando los niños van a la biblioteca aprender un montón de cosas:
– Estar en silencio. No sé vuestros hijos, pero las mías son unas ‘loros’. ¡Hablan por los coros! En la biblioteca no se puede, de hecho hay carteles por todos los lados que informan que hay que estar callados. Y o lo respetan o los expulsan, así que a cerrar la boca.
– A concentrarse. Es tal la paz y la tranquilidad que se respira en una biblioteca que mi hija prefiere irse allí a hacer los deberes que llegar a casa y tener que escuchar cómo su hermana pequeña la ‘desconcentra’ porque tiene la televisión muy alta.
– A esperar y tener paciencia. No sé si os ha pasado a vosotros, pero mis hijas han tenido que esperar a veces una o dos semanas para coger un libro porque estaba muy solicitado. Nos ocurrió hace un par de meses con ‘Los diarios de Cereza’, de Joris Chamblain, un cómic infantil sobre una niña de diez años que sueña con ser escritora. ¡Muy recomendable para niños a partir de los 7-8 años!
– A respetar las normas. En casa nos ponemos una alarma en el móvil el día que toca devolver algunos de los libros que cogemos en la biblioteca, y es que ya saben (por experiencia mía) que si no entregas el ejemplar en la fecha marcada por ellos, ¡tu conducta es sancionada!
– A ser más ordenados. En estos centros está todo colocado por orden alfabético y eso es algo que puede llegar a impresionar. Es algo que hemos intentado copiar en casa sin éxito. ¡Quizás algún día!
– A cuidar y responsabilizarse de cosas que no son suyas. Las bibliotecas permiten que los niños tengan acceso a un montón de libro. Lo único que se les pide a cambio es que sean cuidadosos con el préstamo que se les hace, y esto hace que se vuelvan más responsables.
– A disfrutar de un ocio sin internet. Los móviles, las consolas, las smart tv o las tabletas tienen prácticamente hipnotizados a los niños de hoy. Una visita a la biblioteca les enseñará que en las hojas de un libro les esperan un montón de aventuras más apasionantes que una partida de Fortnite.
¿Nos vemos en la biblioteca?