Si te digo que vamos a realizar un viaje en el tiempo para trasladarnos a los años 30 en plena Guerra Civil Española, pensarás que te voy a recomendar la lectura de un libro o el visionado de una película . Lo que realmente vamos a hacer es trasladarnos hasta la Dehesa de Navalcarbón en Las Rozas (Madrid) para hacer la ruta de los fortines. Un paseo sencillo e ideal para explicarles a los niños una parte de la historia de nuestro país que en unos años estudiarán en los libros.
Ruta por los fortines de la Dehesa de Navalcarbón con niños
Según me dijo un profesor cuando yo iba a la EGB, la historia está ahí para aprender y para que el ser humano no vuelva a cometer los errores del pasado. Cierto es que hay episodios de los que podemos avergonzarnos más, no encontrarles sentido o que con el paso del tiempo nos parezcan que no debieron darse, pero han ocurrido y no podemos obviarlos ni mirar para otro lado.
Algunos de ellos, como los enfrentamientos, batallas o guerras, nos cuesta más hablarlos con los niños pero es necesario explicarles lo que se vivió en esas épocas más oscuras. Quizás el truco está en cómo mostrarles esta información a nuestros hijos. Y así ha sido cómo, sin entrar en connotaciones políticas, recientemente hemos realizado un recorrido por los fortines de la Dehesa del Navalcarbón para conocer y ser testigos de la estructuras militares con las que los soldados se defendían del enemigo.
Para empezar la ruta (deja el coche en el parking que hay en la Avenida de Nuestra Señora de Retamar, justo donde ponen el rastrillo y hay un campo de fútbol municipal), te aconsejo que te dirijas al panel informativo que hay al principio de la Dehesa y le hagas una foto para orientarte sobre los puntos que debes encontrar en este trayecto que no llega a los dos kilómetros de distancia (nosotros tomamos la imagen al final y nos dimos cuenta de que nos quedó por visitar el número 9 que está un poco más alejado). Ah, otro detalle: es todo llano y no hay desniveles.
En cuanto comiences a andar te asombrarás de la cantidad de pinos que hay, pero no ha sido siempre así porque durante la guerra el arbolado era muy escaso (se repobló todo la zona a partir de los años 40). Durante el recorrido observarás también distintos tipos de construcciones y estilos: mampostería (procedimiento de construcción en que se unen las piedras con argamasa sin ningún orden de hiladas o tamaños), observatorio blindado, puestos de mando o puesto fusil ametrallador.
¿Sabes lo primero que harán tus hijos cuando vean el primer fortín? ¡Meterse en él y no querrán salir! Pero en cuanto sepan que deben encontrar ocho más, irán corriendo de uno a otro. Hay que reconocer que algunos se mantienen casi en perfecto estado pero hay otros que, por desgracia y debido a gente incivilizada, están sucios. ¡Qué pena!
Para ir de unos fortines a otros no hay un camino específico sino que es divisar la construcción y andar, correr y pisar por la zona verde (por si alguno vais con carrito) hasta llegar allí. Para saber si estás siguiendo el orden correcto no hay más que fijarse en el cartel que hay al lado de cada uno de ellos.
Un detalle en el recorrido que a los mayores nos impresionó es que se pueden ver todavía las trincheras donde se resguardaban los soldados. Pensar por un momento lo que se pudo vivir en estos años le pone a uno los pelos de punta.
La Dehesa de Navalcarbón es algo más que esta ruta por los fortines de de la Guerra Civil es, como la hemos bautizado en casa, la Casa de Campo de las Rozas. Y es que hay zona recreativa con columpios y mesas para comer, amplia explanada para tirar la manta y jugar a la pelota y caminos de arena para pasear y respirar aire puro.