Acostumbrados a las cadenas de comida rápida, el descubrimiento de The Fitzgerald ha sido más que una agradable sorpresa para nosotros, los padres, y también para mis hijas. Aquí las hamburguesas se basan en una calidad más elevada de la que muchas veces experimentamos en los cumpleaños de nuestros pequeños, eso por no hablar de la estética de sus locales, que cala de lleno en los más adolescentes por su sello urbano.
Por qué nos gustó The Fitzgerald
Después de la pasta en toda sus variedades, las hamburguesas son los platos más solicitados por mis hijas cuando salimos a comer o cenar fuera. No es que se hayan convertido ya en unas expertas, pero tienen un pequeño expertis que les hace identificar en pocos bocados si están ante un manjar de calidad.
Sin lápiz y papel pero con ganas de probar las hamburguesas gourmet que en The Fitzgerald preparan a la brasa de carbón vegetal y, según destacan en su página web, con carne siempre fresca que pican artesanalmente a diario y nunca congelan para conservar su sabor y ternura, nos dirigimos al restaurante que tienen en Avenida de Brasil 14 (The Fitzgerald cuenta con cuatro locales en Madrid ubicados en distintos puntos de la comunidad: Centro Comercial Quadernillos en Alcalá de Henares, Centro Comercial Gran Plaza 2 en Majadahonda, Centro Comercial el Palmeral en Las Rozas y Parque Comercial Álcora Plaza en Alcorcón).
Ya la primera impresión fue muy muy muy buena porque la decoración interior es, en palabras de mi hija mayor, «moderna, urbana y aesthetic«. Si no tienes hijos pre-adolescentes quizás no hayas escuchado nunca este concepto, pero te diré que hace referencia a algo que nos produce placer a la vista, sea de la manera que sea.
La variedad de la carta (hay también productos para veganos, wrap, fingers, nachos o nuggets) nos hizo intuir que cada uno íbamos a encontrar esa hamburguesa que despertara nuestros cinco sentidos. Y así fue como hicimos nuestra petición. Para papá, la de la casa; para mamá, una de pollo sin cremas ni nada; para hija mayor, una texas burger con mucha salsa barbacoa; y para la pequeña, un menú infantil que viene en un formato muy mono e incluye regalo. ¡Aquí ya la conquistaron por completo!
Es cierto que teníamos hambre – tuvimos que esperar un poco- pero cuando las tuvimos enfrente nuestra, ¡se nos saltaron los ojos! ¡Qué pintaza! Y claro, cuando las devoramos, el silencio se hizo en la mesa. ¡Queríamos saborearlas al máximo! Destacar también las patatas fritas que las acompañaban y que venían presentadas de manera muy original.
Pedimos el tamaño clásico (existe uno para lo más ‘carnívoros’) porque, entre otras cosas, queríamos reservarnos para el postre. Mis retoñas son muy fans de los milkshake y, como habían visto la carta antes de salir de casa, aquí tenían sabores para elegir. Los padres, en cambio, caímos en la tentación de un brownie. ¿Hay un postre más delicioso que este? Si es así, que alguien me lo diga.
Siempre que visitamos por primera vez un restaurante, al final de la comida o la cena entre nosotros nos hacemos una pregunta clave para saber si nos ha gustado o no: ‘¿Volveríamos?’. En este caso, todos contestamos con un sí rotundo.