El calor ya está aquí y ha venido para quedarse. Quienes vivimos en ciudad rodeados de asfalto y edificios siempre andamos en búsqueda y captura de espacios verdes para nuestras escapadas y excursiones de fin de semana. Y el plus es que tenga agua para poder refrescarnos toda la familia. Aquí va nuestra propuesta de hoy, que reúne todos los requisitos para pasar un día de aventura, agua, naturaleza, rutas, barbacoa…: el chorro de Navafría.
Disfruta del chorro de Navafría en familia
El chorro de Navafría se encuentra en Segovia, en la Sierra de Guadarrama, a escasos 4 kilómetros del pueblo (depende del punto de Madrid de donde se parta, pero poco más de una hora en coche). Ojo, pendientes de la salida que hay que coger porque por la zona se accede a varios desvíos para poder disfrutar de distintas áreas recreativas y rutas.
La salida del chorro de Navafría cuenta con dos zonas de aparcamiento con una capacidad aproximada de 250 coches y con entrada para vehículos de 5 euros de coste en temporada de verano. La primera está pegada a las piscinas naturales, que son quienes nos dan la bienvenida (abiertas a partir de finales de junio), y la segunda junto al restaurante (ofrece tapas y menús muy completos y con precios razonables o lo que siempre hemos llamado ‘precios populares’).
Este entorno natural se puede disfrutar durante todo el año. Y es que estamos ante un parque con una de las mayores extensiones de pino silvestre de Europa, según descubrimos en los folletos informativos. Y este se corona con una espectacular cascada con una caída de más de 20 metros de altura. Preparad las cámaras de fotos o los móviles porque cualquier rincón es un regalo de la Naturaleza.
El paseo hacia la cascada está muy bien indicado (no hay pérdida, a los pies del restaurante hay un cartel que indica que son 20 minutos de subida ligera) y es cómodo para hacerlo con niños. De hecho, la ruta es circular para ir cambiando las vistas sobre el río que la cascada deja a sus pies.
Además, a lo largo del camino encontraréis bancos de madera (perfectamente integrados en el escenario) para poder descansar y, sobre todo, observar cada rincón que las vistas nos ofrecen (ya sabéis, hemos salido de la ciudad y toca detener el tiempo). Pero sin duda, la mejor de todas las vistas la encontramos al llegar a la cascada, sobre un puente que se encuentra frente a la caída del chorro.
Una vez abajo, toca disfrutar del abanico de posibilidades que ofrece la zona. Las piscinas naturales son el gran reclamo, con escaleras y rampa de acceso. Pero aviso, no hay socorrista (la zona de baño es baja, es decir, no cubre mucho), aunque sí servicios públicos y botiquín. Y por encima de todo, que todo el mundo tenga muy presente que el agua está muy, muy fría. Pero estoy segura que eso no va a parar a los más pequeños de la casa.
Y todo suma. En el parque recreativo hay merenderos, barbacoas y zona de juegos para los niños con columpios y un laberinto muy generoso de tamaño hecho de troncos, ideal para jugar al ‘pilla, pilla’ o ‘polis y cacos’ (aquí cada familia hace su propia interpretación). Pero estamos en el campo y desde mi punto de vista, el mejor juguete es el que nos da la Naturaleza: sus piedras y rocas que los niños escalan y saltan, su río con sus bichitos…
La oferta de la zona también incluye hacer rutas a caballo, tiro con arco y un área para ‘paintball’, pero esto ya no nos dio tiempo para explorar y descubrir. Sin duda, habrá que repetir la visita en breve porque las posibilidades de pasar un día en el campo que nos regala esta parte de la Sierra de Guadarrama son muy completas.