Subir desde el valle de la Barranca hasta la fuente de la Campanilla ha sido magnífico. Y aunque una nube grisácea amenazaba nuestro objetivo, hemos conseguido esquivarla y dejarnos escoltar por el Sol. Así entre quitarnos y ponernos el jersey, conseguimos cumplir nuestra meta (ruta lineal de cinco kilómetros ida y vuelta) y celebrarlo con un picnic en mitad del campo y con un silencio que invita a observar el paisaje, dejar la mente en blanco y no hacer nada más. ¿Tienes curiosidad por saber el recorrido?
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Excursiones con niños por el Valle de la Barranca
Da igual que sea verano, otoño, invierno o primavera, siempre que subas a Navacerrada y visites el valle de la Barranca debes de llevar algo de abrigo (manga larga o sudadera/chaqueta) porque esta zona de Madrid está tan elevada y los pinos son tan altos que los rayos de sol juguetean para intentar colarse entre los troncos de los árboles.
Hecha esta primera aclaración, pasamos a la segunda: ¡os tocará madrugar! Eso sí queréis aparcar el coche en uno de los tres parkings que hay habilitados justo donde comienza la ruta; de lo contrario, deberás dejarlo en la zona de los chalets y andar unos 20 kilómetros por carretera ¡y cuesta arriba!
Dicho esto, paso a detallarte las características de esta ruta por el valle de la Barranca. Hacerla entera son 11 kilómetros, mitad de ellos con cierto desnivel. Nosotros optamos por el tramo que conduce hasta la fuente de la Campanilla para después regresar por el ‘mismo camino’, aunque nosotros cogimos un atajo que más adelante te contaré. En total cinco kilómetros que, a decir verdad, se nos hicieron muy cortos.
Visita la fuente de La Campanilla. Actividad al aire libre en la sierre de Madrid
La mayoría del trayecto discurre por una pista forestal bastante concurrida. No llega a ser la Gran Vía de Madrid, pero casi… Aunque también es cierto que cada uno llevaba su ritmo, se respetaba bastante el silencio y casi por arte de magia había instantes que una podía llegar a pensar que la tierra se había tragado al resto de senderistas porque de repente nos encontrábamos solos.
Después de pasar una verja roja, la primera indicación para saber que vas por buen camino es encontrarte a tu derecha otra de color oscuro que podrás cruzar para contemplar la presa y unas fantásticas vistas de las montañas. Porque has ido todo el camino hasta este punto de la sierra de Madrid con los ojos abiertos, sino creerías que te han montando en avión y ahora mismo estás en Canadá.
Tras esta pequeña parada retomamos nuestro sendero y nos topamos, esta vez a la izquierda, con un área recreativa con mesas (aquí no hay columpios) que para el regreso nos va a venir muy bien (aprovechamos para tomarnos la merienda).
Seguimos caminando no sin antes agenciarnos un palo que nos sirva de ayuda para que la subida no se haga tan pesada y dura. Y así llegamos hasta el parque de tirolinas de Pino a Pino (actualmente está cerrado).
Empezamos a tener un poco de calor, así que nos atamos la sudadera a la cintura y avanzamos hacia nuestra meta. En lugar de tomar una curva con bastante pendiente, decidimos adentrarnos en el bosque y coger un camino alternativo, ¡solo tenemos que seguir las indicaciones blancas y amarillas para plantarnos en la fuente del Mingo!
Nuestra alternativa tiene una cara buena y otra no tan buena. El sendero está lleno de piedras y se torna complicado andar, pero por otro lado resulta una aventura para los niños, que no dudan en sortear las rocas y acercarse al río. ¡Y qué valientes son! Aunque no hacía nada de frío el día que estuvimos nosotros, ellos querían meter los pies en el agua, pero al final se tuvieron que conformar con las manos. ¡No queríamos visitar al día siguiente al médico!
Cuando ya hemos atravesado parte del monte y hemos vuelto al camino original, nos damos cuenta de que ya estamos en la fuente del Mingo. ¡Queda menos! Solo subir un poco más, ver unas indicaciones colgadas de un árbol, torcer hacia la derecha y allí está la fuente de la Campanilla. Pensábamos que iba a ser peor y que los niños protestarían más, pero están hechos unos campeones.
Ruta de senderismo para otoño, invierno, primavera y verano
Ahora toca extender la manta en el suelo, sacar el tupper, elegir entre filetes de lomo, filetes de pollo y tortilla de patata con trozos de jamón, y jugar a buscar setas (no tocarlas por si son venenosas) y al escondite inglés.
La vuelta se hace sin problema. Como aún queda tiempo para que el sol se ponga, nos quedamos contemplando la panorámica. La nube peligrosa sigue ahí. La sonreíamos y le hacemos un gesto de gratitud (nos ha respetado). Tras unos minutos de descanso, la decimos adiós, o mejor dicho, hasta luego porque prometemos volver más pronto que tarde para hacer la ruta completa.