El teatro Pavón de Madrid pone en escena una apuesta segura para toda la familia que mezcla humor, teatro y música. ‘¡Shhh! La reina de silencio‘ es más que un musical, es una masterclass de música para pequeños y mayores. ¿Preparados para aprender los principios básicos de este arte de una manera divertida y sencilla?
‘¡Shhhh! La reina del silencio’, una obra para el público familiar que no te puedes perder
La obra nace de la inspiración de una de las compañías más aclamadas del panorama de la escena nacional, Ron Lalá. Canciones, música en directo, risas y tres grandes intérpretes sobre las tablas son la clave del éxito. Néstor Goenaga, Mario Quiñones y Nieves Soria son los protagonistas de esta aventura que apenas necesita de atrezzo para llevarnos al mundo de la fantasía y enseñarnos que la música es el baile del sonido y del silencio.
La puesta en escena más que sencilla roza la desnudez, apenas hay un banco como decorado. Pero es que no hace falta nada más, porque los tres intérpretes son muy grandes, tanto que con su voz y talento llenan cada rincón del escenario para proponer un viaje con duendes, naves espaciales, rayos de ruido, torres silenciosas, sabios griegos, amores secretos… No se echa nada en falta porque la imaginación y creatividad de los ronlaleros está al servicio del público con algo tan sencillo como sus cuerpos, sus voces y una historia bien armada.
El duende Lerende, rapero y rebelde, vive feliz en su bosque hasta que llega Shhh, la Reina del Silencio, y prohíbe la música para siempre (ya tenemos a la villana). Para vencerla, el duende debe aliarse con Dorremí, el último Caballero de la Música que queda en la Galaxia, y su mágica Guitarra Sideral. Los tres lucharán con sus canciones contra la Reina del Silencio para evitar que ésta acabe lanzando el Rayo del Silencio Definitivo.
Y toda lucha requiere de buenas armas y mucha estrategia. Atentos los espectadores que igual tenemos que echar una mano. Ojo, pero no con ruido que éste está de parte de la mala y la protege. Para que la música no se apague, nuestros héroes tendrán que recuperar los tres principios musicales a bordo de la nave ultrasónica junto a una tripulación muy especial: el público. Y así, poquito a poco y como quien no quiere la cosa, aprendemos en familia qué es el ritmo, la melodía, la armonía y los colores de este arte. No desvelo el final, solo adelanto que el cuarto principio de la música se hace poderoso sobre el escenario.
La función se recomienda a partir de 6 años y se plantea como un juego de verso y música, dos elementos básicos en toda la trayectoria teatral de Ron Lalá, que aquí se presenta con toda la intención pedagógica con la que nunca antes habían trabajado. Hay ingeniosas rimas escritas al servicio del rap (todo un acierto para despertar y captar la atención de los más pequeños), hay simpáticas canciones y hay, incluso, como ya hemos avanzado en la trama de la obra, sencillas lecciones.
Lo mejor para nosotros fue descubrir la original unión de la fantasía del cuentacuentos tradicional con elementos de la cultura urbana contemporánea. Si es que a veces cosas que pensamos que están muy lejanas (como diría mi pequeña “que no pegan ni con cola”) tienen en común más cosas de las que pensamos. Las fronteras imaginarias las ponemos nosotros y también debemos ser nosotros capaces de romper las barreras y disfrutar de la fusión de los diferentes lenguajes que tiene el arte.
Cada vez ocupa menos espacio la música en las escuelas. Esta no es solamente un lenguaje de comunicación universal, sino un instrumento de paz y de expresión. La música es todo beneficios: desarrolla la psicomotricidad, amplía las competencias en idiomas, el pensamiento lógico y múltiple, la sensibilidad artística, la capacidad de autoestima y reflexión, la educación en valores, la empatía y habilidades sociales… En resumen, la música debe estar presente en el desarrollo y crecimiento de nuestros hijos y nosotros, como padres y madres, también debemos apostar por ella en su ocio.