En casa solemos decir que vamos de expedición, a la caza de un ejemplar único y mágico, para su estudio y aprendizaje (realmente para divertirnos, pero siempre hay lecciones que aprender). ¿No somos exploradores y descubridores? Nuestros escenarios de actuación son las maravillosas bibliotecas y librerías que salen a nuestro paso. El último hallazgo digno de mención es ‘Mi tío abuelo y otros animales chiflados’, de Araceli Martínez, de la colección Calcetín Rojo de la editorial Algar. El libro está recomendado para lectores a partir de 10 años.
¿Qué tiene ‘Mi tío abuelo y otros animales chiflados’ que lo hace un libro único?
Leído no, devorado y directo a la estantería de los libros especiales de la familia. Ya solo el título nos sedujo. La palabra chiflados atrapó nuestra mirada y rápidamente se convirtió en nuestra elección. Ahora puedo añadir que es una apuesta segura.
Aquí van unas líneas de la trama: Ray, un chico de diez años, va a pasar el verano a la granja del tío abuelo Román, donde le espera la mayor aventura de su vida. Con esto digo bien poco. Pero, ¿y si adelanto que la
granja se conoce en la familia de Ray como la Granja Gagá?
Pues sí, allí conocerá a un cerdo que odia la suciedad (cualquiera le llama puerco), un burro interesado en la economía (para que luego llamen burros a los que los números se les atragantan), una cabra artista y hasta una vaca obsesionada con el deporte y la healthy food. Lo anunciado en el título: unos animales de lo más chiflados, sí, pero que no dudarán en aunar sus talentos cuando surjan verdaderos problemas.
Lecciones de vida que nos da ‘Mi tío abuelo y otros animales chiflados’
El libro empieza por todo lo alto. El primer capítulo es tan bueno que no pensaba que se pudiera mejorar y rematar la obra tan bien. La voz del narrador es la de Ray, uno de nuestros protagonistas, quien ya en el primer párrafo nos explica qué es gagá. Nos habla de los eufemismos con una sencillez y un vocabulario apto para todos los públicos (vamos, lo que siempre hemos dicho “con mucha gracia y salero”). “Pues es uno de esos sustantivos que los mayores usan cuando no quieren llamar a las cosas por su nombre para no ofender”, nos explica. Para muestra un botón: “por evitar un castigo, habéis soltado un ‘jolines’ o un
‘jopetas’ en lugar de la verdadera palabrota que se os venía a la mente”.
Ray nos ha conquistado. Porque del eufemismo pasa por el reciclaje, la paciencia, los prejuicios
(“ideas u opiniones tirando a malillas que a veces tenemos del otro antes de conocerle”, nos aclara)… Y así, entre animales chiflados y junto a las risas vamos aprendiendo no pocas lecciones. Nos enseña que no hay que tener miedo a ser un rarito, que lo diferente es lo que nos hace especial, que buscar siempre la aceptación del grupo en lugar de atenernos a nuestra propia opinión nos sumerge en el mundo de la cobardía y que no debemos permitir que nadie caiga en la invisibilidad.
Pero volvamos al principio, que el mundo de los chiflados da para mucho debate. Y es que la sociedad no siempre es justa con aquello que no entiende. Palabras de Ray: “Yo mismo me he pasado la vida disimulando para que no me tomen por chalado”. Solo puedo añadir: ¡Cuánta sabiduría encierra su frase!
Araceli Martínez ha vuelto a sorprendernos – la descubrimos con ‘El gato regaló sus vidas‘- y desde entonces nos prometimos seguirle la pista. Ha trabajado como periodista y traductora y actualmente está volcada en la creación literario. Desde casa le deseamos una larga carrera. Y un último apunte sobre el texto: esconde
un secreto familiar. Vuestra intriga se resuelve con el libro en vuestras manos.