Quizás no sepas dónde está Velilla de San Antonio (al lado de Arganda del Rey) y, por tanto, no hayas oído hablar de las posibilidades que ofrece para realizar una ruta con niños por las tres lagunas que se localizan en este municipio del sureste de la Comunidad de Madrid: laguna El Raso, laguna El Picón de los Conejos y laguna El Soto. ¡Aquí va una pequeña introducción, aunque lo mejor es vivirlo en primera persona!
Los misterios de las Lagunas de Velilla de San Antonio
Cuando le dices a tu familia y grupo de amigos que hoy toca realizar una ruta y que cojan su calzado y ropa más cómoda y deportiva (¡no te olvides los prismásticos!), todos se imaginan que subiremos y bajaremos montañas y que, en función de la época del año, puede haber hasta nieve. Por eso cuando aparcas el coche en medio de un polígono industrial y les comentas que ese es el punto de partida de seis kilómetros de caminata, todos pueden llegar a pensar que te has perdido o que no te enteras. Eso sí, cuando empiezan a andar y observan a su derecha la laguna de ‘El Raso’, ¡la cosa cambia!
Sin ningún ruido, con poca gente y escoltados por árboles y arbustos de distintas especies iniciamos nuestra andadura bordeando esta laguna. Por el camino, hay pequeños ‘miradores’ a los que los niños no dudarán en acercarse para ver si pueden ver algún pez nadando sobre el agua y descubrir qué es el deporte de la pesca (más de uno va allí con su caña). Quizás tengan suerte y puedan ver carpas o percas.
Tras esta mini parada, nos dirigimos hacia la laguna conocida como Picón de los Conejos, donde si os quedáis un rato y sacáis vuestros prismáticos podréis divisar aves acuáticas. Como curiosidad te contaré que es la que más profunda de todas ( 4 metros aproximadamente) y es, a su vez, la más grande de la tres.
Según la luz y la claridad del día puedes encontrarte una estampa tan maravillosa como la foto de aquí abajo. Mientras tus hijos lanzan piedras al agua, ¡tú te quedarás admirado por tanta belleza de la naturaleza! ¡Es como si el tiempo se detuviera
Nuestra última parada la realizaremos en El Soto, la más pequeña de todas. Está vallada y protegida, pero se puede observar desde unas antiguas ruinas de los años 70.
Se trata de una ruta (o paseo como dirían los expertos en senderismo) que no te llevará más de dos horas y que presenta un recorrido totalmente llano. Mi consejo: no tengas prisa, tómate el tiempo que necesites, deléitate, cierra los ojos y disfruta del silencio. Salte de la ruta ‘oficial’, descubre la belleza de este rincón y déjate transportar por sus olores y colores.
El camino no está asfaltado, pero sí en muy buenas condiciones, lo que lo hace perfecto si vas con carritos de bebés. Están permitidas las bicicletas, aunque a una velocidad moderada, así que si os caben en el maletero del coche, ¡puede ser una buena idea llevarlas! Por cierto, si tienes perro, ¡va a disfrutar un montón también de esta propuesta al aire libre!
Al final del camino y, volviendo al lugar donde habíamos aparcado los coches, nuestra sorpresa fue mayúscula cuando descubrimos pequeñas parcelas con animales: desde gallinas o caballos hasta esta selección de vacas. ¡Una ruta de lo más completa para hacer en familia cualquier mañana de primavera-otoño! Nosotros queremos volver, pero esta vez por la tarde, la puesta de sol tiene que ser espectacular. ¡Prometo contártelo todo en detalle!