Salir a comer o a cenar con niños puede ser toda un odisea porque no en todos los sitios los niños son bien recibidos y porque es difícil encontrar locales habilitados para sus necesidades. Hemos descubierto un local donde son los protagonistas y son felices: La Burguesita, en Boadilla del Monte. ¡Te lo recomendamos con los ojos cerrados!
La Burguesita, el restaurante 100% ‘family friendly’
Siete años lleva Diego al frente de La Burguesita, en Boadilla del Monte, un restaurante en el que TODO está pensado para los niños y en el que TODO está cuidado al detalle. Cuenta con dos áreas infantiles: un parque de bolas en la parte de arriba, que es terraza abierta en verano y cerrada en invierno, y una ludoteca en la parte de abajo con cristalera para que los padres puedan ver a sus hijos de reojo porque hay una monitora que interactúa y juega con ellos.
Por otro lado, hay una zona para dejar los carritos de bebés, un perchero para los abrigos de los niños y en los baños hay cambiadores y ¡hasta adaptadores para esos pequeños que están en proceso de dejar el orinal!
En lo que respecta a la carta, su foco está puesto en uno de los platos estrella de los niños (y también de los padres): las hamburguesas. Dispone de una amplia oferta – todas ellas caseras- en las que se mezclan sabores dulces con salados. Y quizás este sea uno de los grandes reclamos para las familias, además de todo lo que te he contado. ‘Me surgió la idea porque me di cuenta de que no había sitios que ofreciesen un buen servicio a los papás y a los niños’, dice su propietario. Y damos fe de que esto es así.
En La Burguesita te sientes querido desde el primer momento. Aquí no hace falta decir la frase ‘Pretty Woman’ que Julia Roberts hizo famosa, «Quiero que me hagan la pelota», porque el personal es cariñoso y atento de manera natural. A los niños más pequeños no se les pone cuchillo, la bebida se les sirve en vaso de plástico y los camareros les preguntan por sus hobbies y aficiones para que se sientan importantes.
Los padres, por su parte, no percibimos que los ojos de otros comensales pesan sobre nuestra espalda por ciertas actitudes o comportamientos de nuestros retoños, porque allí estamos todos en la misma situación: madres acunando a bebés que no se quieren dormir y otras que están dando el pecho sin ser juzgadas; niños que se mueven en la silla como lagartijas mientras esperan que llegue su comida y otros que suben y bajan las escaleras para ir de un parque a otro… ¡Todo eso aquí es normalidad!
Desde el punto de vista de la propuesta gastronómica, ya te lo he adelantado al principio: platos caseros y elaborados con mimo. Antes de las hamburguesas (en nuestra mesa triunfó la petición de papá, la de buey, y, en segundo lugar, la mi hija mayor, la clásica de ternera) pedimos el producto estrella de la casa, por recomendación de Diego, los saquitos de boletus. ¡Para chuparse los dedos! Nos aconsejaron también degustar las carrilleras, pero nuestro estómago no daba para más.
En la carta existen opciones veganas y vegetarianas, así como sin gluten y tienen especial atención a niños y mayores con alergias. ¡Pregúntale al camarero! Por cierto, deja un hueco para los postres, donde no faltan los clásicos como brownie o coulant. ¡Sin comentarios!
Diego aún ‘no tiene niños’ biológicos porque como el mismo dice ‘mis niños son todos los que vienen los fines de semana’. Abierto fines de semana hasta las 00.00 horas, los miércoles y los jueves puede ser una excelente opción para organizar allí una merienda. ¡Esa será nuestra siguiente visita, lo prometemos!