‘La pequeña Capadocia’, así es como muchos visitantes han rebautizado al Risco de la Cuevas, un conjunto de 47 casas excavadas sobre la pared rocosa que se sitúan en la localidad madrileña de Perales de Tajuña. Se trata de un lugar en el que vivieron nuestros antepasados más antiguos y en el que se sabe que ha habido vida hasta el siglo pasado. ¡Todo un descubrimiento!

La magia del Risco de las Cuevas

visitar risco de las cuevas

Nuestra ruta parte del Centro de Interpretación de Perales de Tajuña (Calle de En Medio, 45). Para llegar a este punto tienes dos opciones:

  • En transporte público con los autobuses 351, 352 o 353 que salen desde la Ronda de Atocha y pasan por Conde Casal.
  • En coche cogiendo la autopista de Valencia (A3) hasta la salida 35 y después continuar por la carretera secundaria todo recto. Tras pasar una primera entrada al pueblo a la derecha, continuaremos por la carretera, bordeando el pueblo para dejar una gasolinera a la izquierda y tomar la primera a la derecha.
los riscos de las cuevas en perales

Antes de comenzar nuestro recorrido, pasamos por el centro de interpretación para que nos den información sobre nuestro destino y para observar algunos de los restos que se han encontrado en estas cuevas a lo largo de su historia: desde lanzas pasando por vasijas y hasta una cámara de fotos.

Nos explican que podemos subir el coche hasta al cementerio municipal, punto de partido de la senda de El Risco de las Cuevas, pero como la ruta no supera los 3 kilómetros de distancia (poco más de un kilómetro de ida y otro de vuelta), decidimos iniciarla en este punto.

El risco de las cuevas

Esta propuesta está recomendada para todo tipo de públicos porque el camino es completamente liso y está asfaltado, así que los carritos de bebés, las bicicletas, los triciclos, los patines y las sillas de ruedas son bien recibidas, así como los perros, siempre y cuando vayan atados con correa. Si como a nosotros os pilla un día soleado, ¡el paisaje es algún más bonito y sorprendente!

Según te vas acercando a la zona donde se ven claramente las perforaciones en la pared de las montañas (a mis hijas les hizo mucha gracia la comparación de que parecía un queso gruyer) es inevitable preguntarse cómo sería la vida ahí arriba. Se sabe que estaban comunicadas entre sí por el exterior y que estaban divididas en distintos espacios: dormitorios, almacenes, cocinas… ¡Todo un trabajo de ingeniería!

Subir a una de ellas no está recomendado por posibles peligros de desprendimientos y nosotros que somos muy bien mandados ni lo intentamos, aunque nos quedamos con ganas. Al parecer, la construcción del Ferrocarril del Tajuña y la lluvia y el sol están deteriorando y erosionando las paredes, y poco a poco van deshaciendo el Risco de las Cuevas.

perales de tajuña

Declaradas Monumento Nacional en 1931, se cree que estas cuevas artificiales podrían haber sido en otra época parte de la ciudad carpetana de Caracca. Por aquí pasaron habitantes de todos las fases de la historia: Neolítico, Calcolítico, Edad de Bronce, Edad de Hierro, Época Romana y Visigoda, Alta Edad Media… Y, lo más sorprendente, se piensa que en ellas hubo vida hasta el siglo XX y que incluso aún hoy hay algún ciudadano en el pueblo que habitó en ellas.

Entre las curiosidades o anécdotas de este precioso paraje destacar que las cuevas sirvieron como enclave de los combates que americanos y japoneses protagonizaron en la película ‘El ataque duró siete días’, en la que se basaría la superproducción de 1998 ‘La delgada línea roja’.

entrada a los riscos de las cuevas

En el camino -al menos así fue en nuestro caso- apenas nos cruzamos con gente. ¡Todo un lujo en estos tiempos en los que los madrileños nos lanzamos en masa al campo! Alargamos nuestro paseo un poco más allá de estos habitáculos hasta que un mini montículo nos hizo de frontera. Al lado, por si os interesa, se encuentra Tielmes. Son dos kilómetros más hasta llegar allí, pero preferimos dejarlo para otra ocasión.

senda del risco de las cuevas

Abandonamos el Risco de las Cuevas pero no Perales de Tajuña porque decidimos dar una vuelta por el pueblo (hay una ruta de las fuentes), probar las ‘peraleñas’, crujientes patatas fritas de la zona, y comprar unas palmeritas de chocolate. ¿Se os ocurre otra forma mejor de terminar la mañana y volver a casa?