Seguimos descubriendo lugares fantásticos de la provincia de Ávila (y los que nos quedan). Nuestro destino de hoy: el molino del Tío Alberto y la senda que va desde éste hasta el pueblo de la Ribera, una pedanía de Villafranca de la Sierra, bautizada como la ruta de los molinos de Corneja. Sin duda, un rincón abuelense que merece la pena visitar.
Guía para hacer la ruta de los molinos de Corneja con niños
Solos, completamente solos. Así hicimos un sábado de octubre la ruta de los molinos de Corneja, una senda lineal situada entre los pueblos de Villafranca de la Sierra y Navacepedilla de Corneja de una extensión de ocho kilómetros, pero que puedes dividir y hacer por tramos.
Llegar hasta aquí no tiene mucha pérdida. Si vienes desde Ávila, tienes que coger la N-110 que lleva a Plasencia y antes de Piedrahíta desviarte en la indicación de Villafranca.
Según la edad de los pequeños, te aconsejo la opción que hicimos nosotros: dejar el coche directamente en la explanada cerca al molino del Tío Alberto (cuidado porque el cartel está a la izquierda y te lo puedes pasar. Si es así, subes hasta Navacepedilla, que son dos kilómetros, das la vuelta y ya lo encuentras seguro) y después de la visita, caminar tranquilamente hasta la Ribera.
La entrada al molino del Tío Alberto (solo abre los sábados y los domingos) es gratuita (se pide la voluntad) y está guiada por Nacho, un lugareño de la zona al que le puedes preguntar de todo y que hace muchos guiños a los niños (no quiero hacerte spoiler). Y así es cómo descubrimos que se trata del último molino harinero de esta parte Ávila que ha estado en funcionamiento hasta la década de los 80 gracias a Alberto Jiménez, de ahí su nombre.
Cruzar las puertas de acceso al mismo (a algunos os tocará bajar la cabeza porque en otra época la casas tenían los techos más bajos) es retroceder en el tiempo a un tiempo en el que nuestros abuelos, bisabuelos o tatarabuelos se alimentaban de lo que cultivaban, se calentaban en la lumbre y el día a día estaba regido por las horas de sol.
Después de recorrer la parte correspondiente a la vivienda, pasamos a la zona del molino, donde nuestro guía nos explica cómo molían el grano y cómo era su funcionamiento. Fuera de este edificio principal ‘nos colamos’ en la cuadra, el horno y las pocilgas. Y es que aquí se guardaba el trigo, pero también de los animales que se criaban.
El tour suele durar alrededor de media hora, pero nuestro día no acaba aquí. ¡Toca disfrutar del maravilloso paisaje de esta área! Y con estas nos encaminamos a hacer el tramo que va desde el molino del Tío Alberto hasta La Ribera y en el que veremos 13 molinos (uno cada 300 metros), aunque la mayoría están destruidos o en ruinas.
La ruta de los molinos de Corneja está bien indicada con pinturas blancas y amarillas, aunque hay veces que están un poco escondidas, ¡os tocará hacer de detectives! Una pista: como los molinos necesitaban el agua para ponerse en marcha, si en algún momento os desvías de la orilla del río (a nosotros nos pasó) acercaros otra vez a la zona de las aguas. Además, en todos los puntos en el que hubo o queda algo de esta construcción os encontraréis un panel explicativo como el de la foto de abajo.
A pesar de las sequías de este año, según nos contó Nacho, en esta zona de Ávila siempre hay agua, aunque a nosotros nos sorprendió ver ‘esta piscina de piedras’, como lo definió mi hija, en mitad de nuestro recorrido. ¿Cómo sería llena de agua? Por cierto, otra curiosidad de la ruta de los molinos de Corneja: llevaros una bolsa porque podréis coger nueces, bellotas, castañas y, con un poco de suerte, membrillo.
Y… ¡marusas! ¿No sabéis qué es? Se trata de una especie de canónigos – un poco más pequeños- que salen en el margen del río y que están buenísimas. La mejor forma de prepararlas es con ajo picado y un poco de aceite y sal. ¡Todo un manjar!
Para terminar el día, te recomiendo visitar (está a 12 kilómetros aproximadamente desde el molino del Tío Alberto) Bonilla de la Sierra, catalogado como uno de los pueblos con encanto de España. Visítalo y juzga por ti mismo.