“¡No leas este libro! Lo pasarás fatal, porque aquí están las memorias bastante auténticas del conde Drácula”. ¿Quién dijo miedo? Edelvives nos presenta Memento Monstrum, de Jochen Till con delicadas ilustraciones de Wiebke Rauers, para leer en familia y echarnos unas risas. A este libro bien puede colgársele el eslogan de ‘Dentelladas de humor’. Estamos ante un texto ingenioso y desternillante en el que el conde Drácula repasa con sus nietos un viejo álbum de fotos y les cuenta historias de sus tiempos pasados y de los monstruos y amigos que ha ido dejando por el camino. Aviso: hay sorpresa final inesperada
Por qué te gustará ‘Memento Monstrum’
Fue ver su portada y encariñarnos de sus personajes. Ojo, son monstruos, pero todos parecen muy achuchables. Y al ir a su contraportada… cuál l fue nuestra sorpresa que en lugar de hallar una sinopsis nos encontramos con una ¡advertencia!
Sí o sí tenía que acabar en nuestra pequeña biblioteca. “Debes saber, lector, que invocan a toda clase de criaturas horrendas: yetis gigantescas, malvados hombres lobo, terroríficos peces viscosos… ¡Mejor que no lo leas! Podrás enterarte de oscuros secretos sobre los monstruos. Misterios espeluznantes que les dan a esos odiosos seres una apariencia simpática e incluso humana. Hazme caso, pues no tendrás otra oportunidad. Dejad el libro donde estaba y lárgate antes de que caigas en sus espantosas garras”.
Ante esta advertencia y sabiendo cómo es el carácter español y más el de un niño que si le avisas de que algo es peligroso y no debe tocarlo se convierte en toda una tentación de querer hacerlo en su imaginario, pues ha acabado convirtiéndose en uno de nuestros favoritos.
Pero calma, que es una historia de vampiros llena de buenas intenciones. Este libro ilustrado es ideal para un público infantil y juvenil, a partir de 8 años, pero yo, ya con mis años sumados, lo he disfrutado como una niña, a veces sacándome una carcajada y otras tocando mi corazoncito y despertando mi ternura.
Tiene unas ilustraciones entrañables y delicadas con un trasfondo de humor y de valores que todos, niños y adultos, deberíamos practicar más. Sin duda, este libro es ideal para acompañar a nuestros hijos en lecturas de fantasía y adentrarnos en el mundo de los personajes del terror desterrando el miedo y sustituyéndolo por el humor.
Memento Monstrum arranca con el conde Drácula aterrorizado. Sí, tal cual lo estáis leyendo. Tiene que cuidar de su castillo, pero también de sus tres nietos dos días enteros, un adolescente, Rhesus (con su móvil en mano) y dos niñas, Vira (la más responsable) y Globincita (la más pequeña para la que todo es excitante y algo nuevo por descubrir).
Nuestro protagonista, a sus 589 años de vida, ha sobrevivido a guerras, atentados, cambios históricos y al temido y pérfido Van Helsing. Pero lo que más miedo le da es cuidar de tres niños (la maternidad/paternidad no es fácil. No es una frase hecha. Es una realidad), que duermen de día, pero no paran de noche. No hago spoiler si adelanto que los métodos tradicionales siguen funcionando no solo para hacer que tres niños se entretengan, sino que además disfruten mucho y se diviertan.
La casualidad los lleva a la biblioteca y la tradición oral se impone con las narraciones de las vivencias del abuelo que se convierten en el mejor de los juguetes. Si es que, no hay nada como un buen cuento o una buena aventura con un buen narrador.
Y así, el libro se divide en cuatro historias: ‘La historia de Yeti Vlad’ (la más entrañable, donde la aceptación de uno mismo es la auténtica protagonista), ‘Cómo un pez se convirtió en un amigo’ (la más fantástica. Aquí se nos habla de amistad y de ayudar, así como de aceptar al diferente), ‘La historia de la momia que no era momia’ (la más aventurera. Pura acción para descubrir que las cosas no siempre son lo que parecen) y ‘La historia de Archibald Ferguson’, el hombre lobo que casi fue famoso en todo el mundo (la más loca, donde se nos recuerda que los sueños sí son posibles).
Lo dicho, Memento Monstrum es un libro de monstruos con el que no solo no da miedo irse a la cama, sino que además uno se acuesta con el corazoncito bien tierno y una sonrisa en la cara de las risas que nos hemos echado.