La sierra de La Cabrera es un abanico de posibilidades para los senderistas y escaladores. No hay una ruta ni dos, hay tantas que seguro que alguna se adapta a vuestras necesidades. Todas quedan bajo la mirada del Pico de la Miel, cuya cumbre es, sin duda, el gran reto. Y es posible subir incluso con niños, pero ese reto lo dejamos para otro día. Hoy os contamos nuestra aventura por la conocida como ruta de la Dehesa de Roblehorno, ideal para familias con niños.
Ruta de senderismo con niños por la Dehesa de Roblehorno
La propuesta de senderismo que lanzamos es un camino fácil y sencillo. La ruta es circular, por un paisaje salpicado de grandes moles de piedras, que se convierten en un auténtico parque de atracciones natural e ideal para los niños, apto para salirse del camino.
En total estamos hablando de cerca de 6 Km (5,63 km para aquellos a quienes les gustan las cuentas claras) y unas dos horas y media a ritmo de paseo, pero he de confesar que nosotros fuimos a pasar el día y no solo disfrutamos de la familia. Este camino lo compartimos también con los amigos, con nuestra pandilla de aventuras, risas y juegos (de ahí que varias veces nos saliéramos de camino, bien para jugar, bien para explorar). Y es que las sendas también está para perderse de vez en cuando, ¿no crees?
Comenzamos entrando en la Dehesa de Roblehorno por un paso con puerta. Una vez dentro toca girar la derecha para ir descendiendo levemente hasta llegar a un túnel que atraviesa la A-1 por debajo. Al principio uno piensa que el ruido de los coches nos va a acompañar durante todo el día, pero nada más lejos de la realidad. Ya hemos cruzado al otro lado de la carretera y a nuestra espalda queda el Pico de la Miel, ahora solo queda avanzar y seguir el camino.
En nuestro trayecto nos toparemos robles y encinas y si estamos atentos podemos encontrar piedras de cuarzo (no fue nuestro caso). Eso sí, fueron nuestros pequeños exploradores los que avistaron una seta enorme. Y sí, he escrito enorme, porque era más grande que mis dos manos juntas. Aquí se desató la fantasía de los niños: que si dentro vivía un duende (más bien por tamaño toda una comunidad), que si la tocábamos nos podíamos envenenar…
Como ya he anunciado antes, el recorrido estaba conquistado por grandes piedras que hicieron las delicias de los pequeños escaladores. ¡Todos querían hacer cumbre! Y justo a mitad de recorrido, cuando tocaba girar para encaminarnos hacia la vuelta, grandes y niños subimos a las moles graníticas para disfrutar de las vistas de la capital con su pequeño skyline y su boina de contaminación contra la que todos tenemos que luchar. Pero aún así, las vistas eran bien bonitas.
El camino apenas presenta desnivel y también ofrece áreas abiertas y despejadas que invitan al juego (en nuestro caso porque fuimos un grupo amplio) o al descanso al sol para disfrutar del silencio y del entorno. Ni una vez en todo el día se oyó el tan recurrente “me aburro”. Rápidamente los grupos estaban organizados. Todos a jugar al ‘Pañuelo’ y a ‘Atrapa la bandera’. Y como lo importante es participar, confieso que me tocó en el equipo que perdió.
En resumen, la ruta ofrece un entorno muy completo para disfrutarla tanto como senderistas como meros aficionados que solo pretenden pasar un simple pero increíble día de campo. ¡Ojo!, durante el camino yo no perdí de vista el Pico de la Miel y ya lo tengo apuntado en mi agenda para una próxima ruta.