Restos históricos, vías pecuarias, árboles singulares, miradores con encanto… Esto es todo lo que te puedes encontrar en la senda de Valmores en el término municipal de Nuevo Batzán, una zona conocida como la alcarria madrileña. Poco más de cinco kilómetros para hacer en dos horas con la que los niños disfrutarán y los mayores conseguiremos dejar a un lado las preocupaciones del trabajo (al menos un rato largo).
Itinerario fácil de la senda de Valmores
Si hay algo que me llamó mucho la atención de esta ruta fue la variedad de escenarios por los que pasamos: llanura verde y con cultivo, zona frondosa de bosques, área rocosa… (la ruta solo se puede hacer caminando, así que nada de bicicletas o carritos en esta ocasión).
El punto de partida se sitúa enfrente de la bodega Cuarto Lote (tienes visitas guiadas para adultos). Encontrarás un camino completamente liso en medio de una zona de cultivo. Te recomiendo que vayas con calzado adecuado para que no te pase como a nosotros.
Fuimos después de un día de nieve y el camino estaba todo embarrado, con zonas que resbalaban bastante y que auguraban aterrizar en el lodo si no se prestaba atención por donde se pisaba (No es una exageración, a una señora que iba delante de nosotros le pasó y, como si fuera una película de dibujos animados, se bañó enterita en el barro).
Si sois amantes de grandes emociones y siempre buscáis terrenos abruptos, no os preocupéis y, sobre todo, no tengáis prisa: disfrutad de las vistas porque enseguida entraréis en un bosque de quejidos de increíbles dimensiones. ¡Es como si las copas de los árboles tocasen el cielo!
Debemos seguir nuestra ruta por el camino que está marcado, aunque os sugiero que investiguéis la zona que está en paralelo para ver si encontráis fauna típica de esta zona: liebres y conejos escapando de los visitantes por tierra o perdices y alondras sobrevolando sobre vuestras cabezas o desplazándose de un roble a otro.
En este punto, llevaréis aproximadamente un poco más de un kilómetro de recorrido y según avancéis os acercaréis a una pendiente. No se trata de algo complicado, pero como hay muchas piedras si vais con niños pequeños, mejor llevarlos cerca (para estos casos, nada mejor que echar en el bolso la arnica. ¡Mano de santo!).
Las dos pistas para saber que seguís ‘en ruta’ es divisar a lo lejos unos batanes (mis hijas pensaban que eran molinos), antiguos edificios de piedra donde había una máquina, generalmente hidráulica, para transformar tejidos abiertos en otros más tupidos.
Se trataba de la principal actividad que tuvo durante mucho tiempo este municipio, una industria que estableció aquí Juan de Goyeneche, nacido en el Valle de Batzán, en Navarra.
Continuamos ahora por el camino de la derecha (no hay pérdida, aunque se agradece la señalización) con dirección a nuestro próxima parada: la fábrica de tintes. Tendrás que cruzar la carretera (tiene muy visibilidad, pero no se puede dejar a los niños solos) y caminar sobre un manto de hojas de encinas.
Aquí aprovecho para contarles a mis hijas que el conjunto de todas ellas se denomina burrajo y que antiguamente se recogía y se echaba en la lumbre (chimenea) para que el fuego prendiese más rápido.
De la fábrica de tintes apenas quedan en pie las paredes principales, aunque se sabe que fue una gran construcción destinada a la fabricación de antes, gamuzas y accesorios para los uniformes militares. Este punto es el comienzo de una nueva etapa de la senda de Valmores: abandonamos el paisaje de la ribera para iniciar la subida al páramo.
Este es el segundo tramo de la ruta un poco ‘más complicado’ para los niños, pero te puedo asegurar que te pueden sorprender. En mi caso, fueron los mayores de nueve años los que más se quejaron, mientras que los pequeños de cinco iban tan felices. A su ritmo, pero sin lamentarse.
Y… ¡ya estamos arriba! Aquí las vistas son… ¡espectaculares! ¡Las mejores del valle del Arroyo de la Vega! ¿Ves al fondo un pueblecito blanco? ¡Se llama Olmedo de las Fuentes! Tómate tu tiempo para coger aire y siéntate en el Mirador del Balconcillo, una plataforma que data de la época de la Guerra Civil y que servía para que los soldados se apostasen y evitasen que el enemigo llegase hasta ellos.
Este último tramo que queda (no más de 900 metros) puede resultar un poco confuso. Deja a tu izquierda los olivos y demás tierras de cultivo y avanza paralelo a la carretera. Llegará un momento en el que veas un camino a tu derecha: atraviesa el asfalto y sigue por la pista forestal hasta el final. ¡Ha llegado a su destino!