Original, participativo y divertido son algunos de los adjetivos con los que podría definir el montaje ‘SuperFlipado’, de Carlos Adriano, que se representa cada domingo en sesión de tarde en los Teatro Luchana de Madrid. Pero, ¿qué tiene este espectáculo que cautiva por igual a niños y mayores? Vente conmigo y… ¡lo descubrirás en las siguientes líneas!
Después de muchas obras de teatro en sus cortos ocho años y medio de edad como le gusta decir a mi hija mayor, Elena empieza ya a ser muy crítica con los espectáculos que asiste y, en esta ocasión, me va a ayudar a explicarte lo que nos gustó y lo que mejoraríamos (siempre le gusta poner un pero) de ‘Superflipado’.
Hay que decir que es de agradecer que haya propuestas escénicas en las que se tengan muy en cuenta al público, y es que desde el primer momento este mago-humorista-comediante-payaso se mete al espectador en el bolsillo porque para él ‘nosotros somos lo más importante y la razón por la que él esté situado enfrente de nosotros’. Y así es como niños y mayores le ayudamos a dar vida a un montaje con mucho ritmo y en el que no hay ni un segundo para el aburrimiento.
Para los distintos números que escenifica en el escenario, Carlos Adriano siempre busca un ayudante. En tres de ellos echa mano de la espontaneidad de los más pequeños de la casa y en el cuarto… ¡los padres, madres, tíos, tías, abuelos o abuelos son los escogidos! Siempre pide voluntarios y, aunque mi hija y yo levantamos la mano y hasta el cuerpo del asiento no tuvimos la suerte de salir (casi seguro que repitamos otra vez para probar suerte), participamos con un gritos, ánimos y fuertes aplausos desde nuestra butaca.
La magia es el hilo conductor de ‘Superflipado’, pero el punto diferenciador con otros montajes sobre magia que hemos visto hasta ahora es que aquí la comedia es una de las grandes protagonistas junto con la improvisación. ¡Aquí nunca sabes lo que va a salir y si el resultado va a ser exitoso! Y es que su creador y maestro de ceremonias está ‘loco de remate’ y por su boca salen toda clase de disparates a cuál más divertido.
Ya su look resulta de lo más extravagante y llamativo, no para mi hija la mayor, pero sí para la pequeña de cuatro años, que cuando vio la foto del mago antes de entrar en la sala se agarró a mí porque decía que le daba miedo. Pero, tranquilos, fueron solo unos segundos, rápidamente se le pasó y hasta se atrevió, para asombro de todos, a cruzar el escenario mientras Carlos estaba en pleno truco de magia para dejar el alzador en su sitio (se había cansado de él).
Y entre trucos con pañuelos de colores, bolas que aparecen, desaparecen y se multiplican y cartas que se rompen se pasan sin darnos cuenta los minutos y cuando queremos mirar el reloj… ¡llega el momento que menos queríamos: el de la despedida!
Carlos nos tiene reservado para el final ‘el número más difícil’, en palabras suyas y del que, por supuesto, no vamos a hacer spoiler. Salimos contentas, con una sonrisa de oreja a oreja en nuestra cara, le saludamos a la salida de la sala, nos hicimos una foto y ya de camino a casa Elena me confesó algo: ‘Mamá, ha sido flipante, pero me esperaba más momentos de magia’. Y yo le contesto: ‘Es que Superflipado es mucho más que magia’.