En Cenicientos, el último pueblo de Madrid antes de llegar a Ávila, existe una ruta para niños que pocos conocen: la ruta de las hoyas. Habíamos leído poco sobre ella (como te digo, no es muy popular) y eso despertó nuestra curiosidad porque pensamos que sería un sitio nada masificado y con gran belleza natural. ¡Y no nos equivocamos! ¿Quieres saber qué esconde esta propuesta que te traigo hoy?
Guía para hacer la ruta de las hoyas en Cenicientos
Nos costó tanto encontrar esta senda lineal de tres kilómetros que, como no quiero que tú pases por lo que nosotros, te voy a explicar cómo llegar hasta allí. Y no es porque sea complicado sino porque no está indicada ni señalizada (fíjate que fuimos a la oficina de turismo y de ahí al ayuntamiento a preguntar porque no dábamos con ella).
Una vez que llegues a Cenicientos, tienes que poner en el GPS calle de las hoyas (nuestro primer error fue escribirlo como el utensilio en el que preparamos el cocido). Allí verás un parque infantil (lo dejarás a tu derecha) donde puedes dejar el coche y tomar esa misma calle tooooodo hacia abajo.
La primera parte del viaje transcurre por las tierras y huertas de los habitantes de este pueblo madrileño. En algunos tramos es completamente liso y en otros está más empredrado, por eso la opción de ir con carrito la dejo a tu elección. Eso sí, lo perros se lo pasarán de lo lindo, aunque siempre llévalos atados porque te puedes cruzar con otros.
Deberás recorrer unos 700 metros (cruzarás por una portera azul como la de la imagen que dejarás a tu izquierda) y llegarás a un camino que se bifurca. Tu opción es tirar hacia la izquierda, pero te aconsejo que te desvíes un poco y tomes el de la derecha para visitar este puente romano por el que cruza el arroyo de Cantarranas. De un único ojo, está construido con losas y sillares de granito.
Sabrás que has llegado a tu destino cuando veas esta pasarela o canal por el que en otro tiempo había agua. Es uno de los restos que quedan de este molino del siglo XVI- XVII. Te animo a que, con cuidado sobre todo si hay niños, camines hasta al final despacio y sin prisa (alerta que hay un agujero por el que te puedes colar). Desde ahí podrás ver la extensa pradera verde en la que podéis montar un picnic y otros restos destruidos de esta construcción.
Y si hay un molino, cerca tiene que haber un río. ¿Nos oyes correr el agua? Gírate y encamínate hacia tu derecha porque verás una extensa llanura de piedras entre las que se cuela el agua del arroyo Cantarranas. ¡Todo un fenómeno de la naturaleza que muchos no estamos acostumbrados a ver!
Si has llegado a este punto, intuirás que la ruta de las hoyas no es una propuesta de senderismo intenso. Se trata más bien de un lugar para desconectar (no hay cobertura en algunas partes del camino), un sitio para que los niños se mojen los pies y corran y salten de piedra en piedra y un enclave en el que echarse una de esas siestas que te recolocan cuerpo y alma.
Mi recomendación es hacerla un día de primavera, pero que no haga mucho calor porque no hay sombras, o un día de otoño de esos en los que el sol aprieta en las horas centrales pero no ahoga. Bajo ningún concepto se te ocurra hacerla en verano, pero no solo por las altas temperaturas sino porque el paisaje probablemente esté seco y te puedes decepcionar. ¡Hasta la próxima!