Cuando les dije a mis hijas que íbamos a visitar el Parque del Capricho, ellas rápidamente se pusieron su outfit de escaladoras y metieron en sus respectivas mochilas sus provisiones (comida, agua y juegos variados) porque pensaron que íbamos a hacer un picnic allí, como es habitual en nuestras salidas. ¡Menos mal que les adelanté algo de lo que verían! Les expliqué que este lugar era tan especial que más que un parque se podía considerar un jardín de ensueño. Solo cuando terminamos la visita a este rincón situado en el barrio madrileño de la Alameda de Osuna entendieron de qué hablaba y a qué me refería.
El parque del Capricho, un jardín con mucho encanto
Dicen de este jardín histórico artístico del siglo XVIII que es uno de lo más bonitos de Madrid y no puedo estar más de acuerdo con esta afirmación, porque El Capricho tiene un encanto y una magia especial que visitarlo es llenarte de buena energía. Y da igual la época del año en la que vayas (incluso en verano, a pesar del calor, existen muchas sombras y la temperatura es más fresquita), porque siempre encontrarás algo que te llame la atención y te enamore. ¡Y es que está lleno de pequeños folies o caprichos!
Su existencia se la debemos a los Duques de Osuna, que entre 1787 y 1839 mandaron construir en las entonces afueras de la capital una residencia. Durante todo el complejo existen pequeñas edificaciones de gran belleza como la casa de las abejas, donde estos insectos iban a trabajar y la Duquesa los observaba por una ventana; una ermita habitada en otra época por un ermitaño; una casa rústica donde se vestían de pastores, un romántico templete Baco de columnas jónicas… ¡y hasta un búnker de la Guerra Civil al que se puede entrar con cita previa!
Los amantes de la arquitectura y del arte floral encontrarán, además, tres tipos diferentes de jardines: uno de estilo francés muy refinado, un italiano reflejado en las fuentes y, por último, uno inglés que es el que más predomina.
Para los niños el Parque del Capricho, a pesar de no tener columpios, tiene un montón de lugares especiales y sorpresas, como cruzar un puente de madera, pasear por un laberinto, guardarse debajo de los arbustos para jugar a ser encontrados por los mayores u observar a los patos o cisnes del estanque (está totalmente prohibido darles de comer, aunque siempre verás a alguien que lo hace).
A la entrada del parque hay un plano (te aconsejo fotografiarlo) que te puede servir como orientación para conformar tu tour personal, porque no existen balizas y/o señales que te indiquen por donde circular. ¡Aquí hay libertad total! ¡Al gusto de cada uno, pero con la premisa de ir sin prisas!
Lo que sí puedes encontrarte son bancos ubicados en los distintos caminos para sentarte. También podrás hacerlo en las amplias explanadas verdes que descubrirás en tu paseo y en la que no es raro ver a gente practicando yoga, eso por no hablar de las parejas de novios o niños vestidos de comunión que escogen este jardín para hacer una sesión fotográfica.
En nuestro particular trayecto nos topamos con este fortín que, para serte sincera, nos dio la sensación de que no pegaba con el resto de construcciones del lugar, pero más tarde averiguamos que se trataba de los restos de un castillo levantado para el disfrute de los niños o, como expresaron mis hijas, ‘¡un parque de bolas de aquella época!’.
Para conocerlo mejor, puedes consultar las rutas guiadas que se realizan los fines de semana (si vas por libre la entrada es gratuita y los sábados y domingos hay límite de aforo). Se trata de un jardín de paseo en el que no se permite el acceso con comida, animales de compañía o bicicletas. El Capricho es un museo de la naturaleza para deleite de los cinco sentidos.