Han tenido que pasar ocho ediciones para que en casa nos enganchemos al programa Masterchef de Televisión Española. En nuestro caso, fue una ‘consecuencia’ de la COVID 19, porque desde que estrenaron la octava edición en pleno confinamiento nos hemos visto todas: concursantes anónimos, celebrities, junior, abuelos… Y ahora estamos siguiendo al minuto la novena y… ¡las que quedan!
Vemos las distintas entregas, visitamos los perfiles de Instagram de aspirantes y jueces, buscamos en la academia Masterchef recetas para preparar en casa y… ¡hasta tenemos un delantal para cocinar deliciosas recetas! Por todo ello nos pareció una excelente idea regalarle a mi hija mayor por su comunión y por lo bien que ha terminado el curso escolar la experiencia de ir a cenar al restaurante Masterchef. ¡Un plan familiar que nos ha dejado a todos con muy buen sabor de boca!
Lo que Masterchef enseña a los niños
Masterchef es más que un ‘reality show’. Es una forma educativa y lúdica de que todos, niños y mayores, tomemos conciencia de la importancia de adquirir y llevar hábitos saludables alimentarios, de la necesidad de elaborar menús con productos variados, equilibrados y de la tierra y de que los niños aprendan que los alimentos no vienen ‘directamente’ de la estantería de Mercadona o de Carrefour.
Cierto que es un programa de televisión y, como tal, tiene un componente de espectáculo pero también considero que es una plataforma para transmitir a los más pequeños de la casa valores como la constancia, la perseverancia, la persistencia…
Todos tenemos un sueño y todos debemos poner de nuestra parte y luchar con fuerza y determinación para conseguirlo, pero para ello hay que trabajar duro y estar muy centrados en nuestra meta final, algo parecido a lo que viven los concursantes del programa prueba a prueba y que yo intento explicar, inculcar y transmitir a mis hijas.
Nuestra experiencia en el restaurante Masterchef
Todo el esfuerzo tiene su recompensa y tras un año escolar muy exigente, a papá y a mamá no se nos ocurrió mejor plan que organizar una salida en familia. El lugar escogido: el restaurante de Masterchef. Los cuatro estábamos nerviosos – sacamos del armario nuestras mejores galas- por no saber qué nos encontraríamos. Lo único que sabíamos a ciencia cierta es que estaría Dani, sugar Daddy, de la novena edición, y que íbamos a pedir el menú degustación para todos.
Según mi hija mayor tuvimos la suerte de que nos sentarán justo debajo del reloj de masterchef que, aunque no funcionaba, sí nos hacía especial ilusión. Ya le dije que quizás copiaba la idea de poner uno en el salón de nuestra casa para que la hora de la comida no se juntará con la merienda… Y es que hay días que hemos terminado los mayores y la pequeña sigue por el segundo plato.
Antes de que empezarán a traernos los entrantes, nos dimos una vuelta por el local. Existe un logo enorme en el que hacerte una foto, un rincón para comprar merchandising del programa (consulta antes los precios para no llevarte una sorpresa) y en las paredes del pasillo que llevan a los baños están colgados fotos en blanco y negro de concursantes de ediciones pasadas.
Desde el punto de vista culinario, tenemos buenas críticas aunque algunos puntos a mejorar. Hay que reconocer la excelente atención de los camareros con los clientes, ya que estaban pendiente de explicarnos la elaboración de cada propuesta, pero… ¡el tiempo entre una y otra fue muy muy muy lenta!
En cuanto a las cantidades, la propuesta para adultos es la adecuada; especialmente nos conquistó la vichyssoise y el postre de coco y yogurt. Detalle muy bueno: el menú degustación incluye una botella de vino para dos y, si no la bebéis entera, como es nuestro caso, te la puedes llevar a casa.
En los niños, depende del ‘saque’ de cada uno. En el caso de las mías, podríamos haber pedido perfectamente a la carta porque el aperitivo de jamón ibérico, la doble hamburguesa de carne y queso y el coulant de chocolate era quizás excesivo. ¡Menos mal que estábamos allí los padres para que no se tirase nada, je, je, je!
Y, aunque no tuvimos que esperar hasta el postre, la gran guinda a este plan familiar la puso Dani, el aspirante de MasterChef 9. Con la sencillez y naturalidad que caracterizó su paso por el programa (era nuestro caballito ganador y creíamos a ciencia cierta que llegaría a la final), se acercó a nuestra mesa y nos estuvo contándonos algún que otro secretillo del rodaje (¡nos salió nuestra vena periodística!) como que grababan de lunes a viernes, que vivían todos en una casa al norte de Madrid, que durante su estancia allí no tenían móvil ni contacto con el exterior o que no podían desvelar el ganador porque si lo hiciesen serían multados con 100.000 euros. Nos enamoró tanto que ya hemos quedado con él en pasarnos por JaiToki, la taberna que tiene en Getxo (Bilbao).
Sin duda, una noche muy especial que vamos a recordar con cariño y que nos ha dejado con ganas de repetir (¡ya vamos a abrir una hucha familiar común para ahorrar para la segunda vez en el restaurante Masterchef!).