Desde que en casa nos hemos aficionado a las rutas, hemos establecido una clasificación: las sendas de media mañana o media tarde y las que son de todo el día e incluyen picnic. En esta ocasión toca un recorrido que hemos incluido en la primera categoría, aunque hay quien la pasaría a la segunda (luego te explico por qué). En cualquier caso, os voy a contar nuestra jornada en la ruta por los sotos de Bayona y cortados de Titulcia con niños y padres. ¡Empezamos!
Descubriendo los sotos de Bayona y cortados de Titulcia
Las rutas son el pasatiempo preferido de los madrileños desde que el coronavirus llegó a nuestras vidas. Todos vamos a casi los mismo sitios y pocos lugares parecen ya un secreto, así que para no nos pillará mucha multitud preferimos madrugar un poquito y hacer esta senda a primera hora del día (un poco antes de las 11.00 horas llegamos a Titulcia y aparcamos el coche en la avenida del Jarama, 200).
Habíamos leído poco y, a diferencia de otras veces, apenas nos documentamos sobre el itinerario: ¡queríamos seguir nuestro propio instinto! Así que sin saber lo que nos podíamos encontrar, cogimos el camino llano y liso que nos conducía hasta el observatorio de aves donde hicimos nuestra primera para para divisar la fauna de la zona.
A partir de este punto, si quieres continuar recto la ruta no está habilitada para carritos ni para sillas de ruedas (hay un cartel informativo que lo indica). Si fuese tu caso, puedes tomar el camino circular de la derecha que te lleva hasta tu punto de partida o alargar tu estancia improvisando un tentempié o merienda en los bancos que encontrarás en esta explanada (en verano no deben ser muy recomendable porque no hay un árbol que dé sombra y un día de viento puede hacer mucho frío).
Por otro lado, si optas por proseguir y avanzar con tu aventura, ¡toca elegir! Sobre la ladera de las rocas que hay a tu izquierda, verás un camino protegido por unas vallas de madera que te llevan hasta el mirador de Titulcia (¡vistas del río Jarama increíbles!) o puedes hacer como nosotros y seguir por un camino de piedras y, por momentos, un pelín estrecho, sobre todo si tienes que compartir terreno con alguno de los ciclistas que también disfrutan de esta senda.
Si has continuado leyendo es que has tomado nuestro camino, ¡felicidades! Sigue avanzando porque lo que te espera, ¡merece la pena! Te adentrarás en las rocas de la montaña y sentirás como si te atraparán. Mirarás para arriba y, por trayectos, solo verás casi piedra. ¡Alucinante! ‘Mamá, nunca habíamos visto así’, repetían una tras otra vez mis hijas. No tengas prisa en hacer esta etapa del recorrido y deléitate con la forma de las rocas y las piedras.
La siguiente parte a las niñas les costó un poco más porque era cuesta arriba, pero con el relato de alguna batallita de cuando papá o mamá eran pequeños y el hallazgo de espárragos (sí, has leído bien) se olvidaron de todo. Y así llegamos a lo más alto y las montañas de piedra que antes observamos echando la vista arriba estaban ahora a nuestros pies.
Desde este punto también se aprecia mejor el curso del río y mi hija mayor, en cuatro de primaria, aprovechó para contarnos y así repasar de cara al examen de evaluación todo los que había aprendido sobre este fenómeno de la naturaleza.
Volvíamos al inicio de nuestra ruta, pero desde esta otra panorámica. Estábamos cerca del final (el pueblo se ve a lo lejos), pero antes paramos en el mirador para respirar aire puro y descubrir que en esta localidad hubo un yacimiento arqueológico, pero que el paso del tiempo y la falta de medios han hecho que apenas queden restos. ¡Una pena!
Y, para acabar la ruta, os animo a que deis una vuelta por el pueblo para visitar su iglesia y, si os gusta el vino en sus distintas clases (tinto, blanco o rosado), no dejéis de entrar en Viña Bayona. Alta calidad y trato exquisito. Nosotros hicimos una cata por su bodega con niños hace un par de años y salimos encantados.