Siempre que organizamos una salida al campo, nuestra cabeza inmediatamente piensa en recorrer una media de 60 kilómetros de distancia. Con esta idea, nos trasladamos mentalmente a la sierra de Guadarrama o a la sierra Norte de Madrid.
¿Y si te dijera que puedes sumergirte en un bosque de pinos y desconectar del bullicio de la ciudad en Rivas Vaciamadrid? De la mano del centro de educación medioambiental El Campillo realizamos la ruta por la senda de los espartales y descubrimos infinidad de datos y curiosidades sobre la fauna y la flora de este rincón.
Ruta por la senda de los espartales en Rivas con niños
El centro de educación medioambiental del Campillo no es nuevo para nosotros. Con ellos hemos hecho ya varias actividades, desde rutas hasta talleres. Esto fue antes de la pandemia pero ahora que la situación está ‘más estable’ hemos vuelto a inscribirnos en sus propuestas de ocio. La última, la ruta por la senda de los espartales.
Carmen fue nuestra guía en esta senda de cuatro kilómetros que nos llevó casi dos horas y media en hacerla porque fueron tantas las cosas que nos tenía que explicar… ¡que hasta nos faltó tiempo para escucharlas y asimilarlas todas!
Por supuesto que te recomiendo que te apuntes a estas salidas (consulta la página web de El Campillo cuándo realizarán la siguiente visita), pero también voy a pasar a explicarte cuál fue el recorrido que hicimos y algunas de las cosas que aprendimos, por ejemplo, ¿te suenan esas flores moradas que crecen en mitad del camino?
Se llaman quitameriendas y cuando las veas por el campo ni las pises ni las cojas porque alteras el ecosistema. Su nombre se debe a la época del año en la que salen, la llegada del otoño, ya que auguran que los días empiezan a ser más cortos y, por lo tanto, hay veces que la merienda se junta con la cena y la suprimimos del día.
Antes de seguir contándote cosas, te explicaré cómo llegar hasta este punto. Escribe en Waze (somos muy fans ahora de esta aplicación mejor que Google Maps) calle enebro, 27. Cuando llegues, a tu derecha verás el centro de Chico Méndes. Sigue más adelante y deja el coche en el parking habilitado.
¡Y comenzamos! Toma una pista forestal hasta que veas un camino que sale a tu izquierda. Baja un poco y tómate tu tiempo para levantar la vista y ver la copa de los pinos. ¡Increíble qué bien combina el verde amarillo de sus ramas con el azul del cielo!
Por cierto, expertos están estudiando por qué algunos árboles tienen las ramas inferiores más caídas que las de la copa, ¡es como si estuvieran tristes!
Algunas teorías, las más negativas, apuntan a una posible enfermedad, aunque también creen que puede deberse a que se trata de una zona en la que el sol incide con menos fuerza, ya que sus rayos no llegan.
Y seguimos en ruta, pero el camino cada vez se hace más estrecho, así que cuidado con los niños. Y, sobre todo, con las bicicletas que circulan por los espartales. ¿Quieres conocer otro detalle de esta zona?
Aquí encontrarás restos de sílex, esa piedra que usaban nuestros antepasados -hay que remontarse hasta el Paleolítico- para fabricar sus propios utensilios.
Algo que llamó mucho la atención a niños y mayores fue las improvisadas ‘camas ‘que había por algunos lados del camino y que sirven de cobijo a jabalíes que salen por la noche cuando los humanos ya estamos calentitos en casa. Y la cantidad de plantas de esparto que había, y es que los más pequeños no sabían que con ellas se hacían zapatillas chulas o bolsos.
Y cuando Carmen nos desveló que al esparto también se le conoce como atoca y que de ahí viene el nombre de la estación de Atocha – había muchas plantas de esta familia en esta zona- todos nos quedamos impresionados.
El camino de ida acaba con unas vistas increíbles, viendo algunos de los puntos del sureste de Madrid (te recomiendo agenciarte unos buenos prismáticos) como la catedral de San Justo en Mejorada del Campo. La vuelta la hacemos cogiendo un atajo (elegimos un camino a la izquierda que está en cuesta) y aprovechamos para preguntarle a nuestra guía por más secretos de esta zona.