Hacer reír nunca ha sido fácil y más si quien te hacer reír son cuatro actores que utilizan la onomatopeya con imprescindible precisión y claridad para contar y saber poner la guinda al chiste. En esta ocasión te voy a relatar mi experiencia con Yllana y su montaje ‘Greenpiss’.
De la risa a la reflexión. Así es ‘Greenpiss’
Este sábado fui a ver el desmadre eco-ilogico que presenta Yllana en el Teatro Isabel de Madrid hasta el final de este mes de marzo. ¡Cómo me reí!
Y eso que el tema que plantean no es baladí, porque ‘Greeenpiss’ trata de un colectivo ecologista que lucha contra la poderosa empresa Nonsantos, implicada en casos de contaminación, explotación animal y corrupción.
Teniendo como base este argumento, estos cuatro actores nos cuentan la historia de forma sarcástica a través de una sucesión de chistes y de gags en los que no falta la parodia a un personaje tan popular en la lucha del medio ambiente como Greta Thunberg.
Sin embargo la escena que a mí más me autivó no era nada graciosa, sino más bien un darte de bruces con la realidad. En esa escena se veía cómo uno de los actores se acercaba al mar, preparado para nadar y chapotear en él. Allí se sumergía en sus aguas y sus manos, en vez de acariciar a los peces, tocaban el plástico.
Primero una bolsa, segundo una mascarilla, después un montón de plásticos que le impedían bracear a pesar de los sonidos que emitía el público simulando el oleaje del mar, el graznido de las gaviotas o la bocina de un barco y que en su conjunto sería una bucólica escena de un placentero baño en el mar.
Y es que también Yillana consigue una complicidad con el público. Primero, interpelando en cada escena y haciéndole corear consignas ecológicas; segundo, enseñándonos y ensayando esos sonidos que sin articular palabra sabemos emitir todos de forma más o menos rítmica; y tercero invitando a salir al escenario a un espectador (ojo los de la primera fila).
Invitación respetuosa, que no se sienta nadie violentado, todo es parte del espectáculo a pesar de que alguno molesto se levante y se vaya hasta que finalice la escena. Supongo que ese espectador terminó por aplaudir al final de la representación, pero no se sí corearía como el resto del patio de butacas si hicimos eso de “Salvemos el planeta”.
Ir a ver la obra, todos sabemos en qué consiste eso de salvar el planeta, pero muchas veces también importa la forma en que nos lo cuenten, y el humor, siempre crítico, es una buena manera de contar.