Aprender a reconocer nuestras emociones es fundamental para después poder gestionarlas. Por eso, cuando nos llega un cuento como ‘El color de mis emociones‘ (B de Blok), nos entusiasmamos y lo apreciamos como si fuera el mayor tesoro de nuestras vidas. Cuando leímos por primera vez este maravilloso cuento, mi hija de cuatro años empezó a expresar sus sentimientos de una manera natural, contando cosas y preguntando otras como pocas veces lo había hecho. Doy fe de ello, que este cuento está hecho con tal sensibilidad que favorece la apertura de cualquier conversación, también las incómodas, con nuestros hijos.
Tabla de Contenidos
La importancia de reconocer las emociones
Cada vez somos más los papás y las mamás que nos preocupamos por la educación emocional de nuestros peques, porque sabemos que no solo les ayuda cognitivamente en el presente, sino que fomentar una buena salud emocional es un buen seguro para que convivan de manera sana y empática con su entorno en el futuro.
‘El color de mis emociones’, escrito e ilustrado por Choi Sook Hee, una de las ilustradoras coreanas más reconocidas internacionalmente, nos trae una historia con la que pueden conectar grandes y pequeños, porque invita a describir nuestras emociones a través de los colores.
Una fórmula simple y a la que cada vez más recurren educadores, psicólogos, escritores e ilustradores de cuentos infantiles e incluso cineastas (‘Del revés ‘ es uno de los ejemplos más alabados y conocidos del mundo del cine).
Hay emociones que nos traen felicidad, como el juego, la amistad, la curiosidad; y otras que nos generan malestar, como la timidez, los celos o la envidia, pero todas ellas enriquecen nuestras experiencias y llenan nuestra vida de colores. Y, como dice el cuento, todos esos colores nos hacen ser quienes somos.
La historia que encierra ‘El color de las emociones’
La protagonista es una pequeña niña que explica cómo se siente en un día cualquiera, desde que se levanta, en la escuela y hasta que vuelve a casa.
La jornada comienza llena de colores vibrantes, pero un pequeño problema con su amigo le hace sentir ese cúmulo de emociones rojas, violetas, grises y azules a las que cualquiera de nuestros hijos o hijas se pueden enfrentar de manera habitual. La pequeña encuentra la solución en emociones de colores que la hacen sentir bien y tranquila.
No quiero hacer spoiler de la historia, pero está contada con un lenguaje sencillo y una sensibilidad especial, transmitida a través de increíbles ilustraciones, para que cualquier niña o niño de 4 a 8 años pueda llegar a comprender e identificarse con esos sentimientos de la infancia que empiezan a ser más complejos a medida que van creciendo.
Actividades para hacer después de leer ‘El color de las emociones’
Este libro infantil no solo invita a entender las emociones de la protagonista, sino a pensar cuáles han sido nuestras emociones durante el día, de manera que pasando sus páginas de colores podemos identificar muchos de los sentimientos a los que nos hemos enfrentado durante la jornada.
Uno de los ejercicios que hacemos siempre después de leerlo es comenzar a señalar y buscar entre las páginas qué emociones hemos experimentado durante ese día. El cuento mágico de las emociones (como yo lo llamo) invita a describir qué emociones has sentido hoy, pero fue mi propia hija quien intuitivamente comenzó a hacerlo, y ahora se ha convertido en la mejor herramienta que tengo para que me cuente sus experiencias en el cole, las extraescolares o el parque, tanto las buenas como las malas.
También, se puede usar para aprender a gestionar momentos de crisis. Por ejemplo, tras una experiencia que puede haber sido traumática o una rabieta. Por la noche, podéis revisarlo juntos e identificar con las emociones expresadas en sus páginas cuáles son las que hemos vivido.
Además, me parece un cuento genial para explicar de manera lúdica y creativa algunas emociones complejas, como la timidez, los celos, la vergüenza, el sentimiento de culpa… Y por supuesto, es ideal para valorar esas emociones que nos reconfortan el corazón, como el amor, la amistad, el perdón, la curiosidad, la diversión o una tacita de chocolate caliente acompañada del abrazo de mamá.