Cada época del año requiere una serie de propuestas de senderismo diferente. Y es que igual que en verano buscamos lugares en los que mojar un poco los pies y si se puede bañarnos, en primavera nos gusta contemplar praderas verdes y floridas y en invierno demandamos paisajes blancos. ¿Qué pasa con el otoño? En esta estación lo que queremos es ver tonalidades de marrones, verdes y rojos en árboles y plantas varias. Investigando un poquito por la sierra de Madrid e, incluso, traspasando fronteras hemos dado con un lugar único para disfrutar del otoño: hemos recalado en la Ruta del Acebal en Prádena (Segovia).
Guía para hacer la ruta corta del Acebal con niños
Llegar a Prádena desde Madrid es muy sencillo. Tienes que coger la A-1 (carretera de Burgos) hasta la salida 99 y de ahí coger la N-110 dirección a Segovia. Se trata de un recorrido de unos 120 kilómetros que si no hay atasco a la altura del Jarama tardarás un poco más de una hora.
Te recomiendo que pases por la oficina de Turismo de Prádena para coger información sobre otras sendas que podéis hacer en la zona, por ejemplo, la de los exploradores para niños más pequeños o la visita a las cuevas de Enebralejos. El coche puedes dejarlo aquí o cruzar al otro lado de la carretera (verás más vehículos aparcados, así que no tiene pérdida) y que se conoce como el área recreativa del Bardal.
Para adentrarte en el bosque de acebos, catalogado como uno de los más importantes de Europa, hay que subir una larga pendiente, y es que tú objetivo está justo en mitad de los seis kilómetros que tiene esta senda. Deberás seguir el camino recto y, aunque veas una señal que pone Acebal, ignórala y tú sigue recto. Uno metros más adelante verás un punto de intersección de dos caminos, ¡tú coge el de la izquierda!
Aquí viene la parte más ‘pesada’ porque hay una pendiente elevada que a los niños puede cansarles un poco, pero anímales a que busquen un palo en el que apoyarse y ya verás cómo se olvidan de todo. El camino sigue subiendo y tú ve a tu izquierda un bosque de pinos. ¡Dan ganas de entrar y perderse!
Un poco más adelante puede que te cruces con algún ganadero de la zona que está atendiendo a las vacas que andan sueltas por la zona. ¡No te asustes, no te harán nada! Enseguida verás una portera y, quizás te pase como a nosotros que dudes en cruzarla o mejor dicho saltarla, pero hazlo. ¡Estás en el punto medio de ruta corta del acebal (hay una más larga que son dos kilómetros más)!
La reconocerás porque el paisaje es totalmente distinto (aquí los verdes y los marrones son los protagonistas del paisaje) y porque ante ti tienes una extensa pradera (no hay apenas árboles, de ahí que no te recomiende hacer la ruta corta del acebal en verano). Sí, sé que dan ganas de sentarse pero anda un poquito más siguiendo las balizas que te encontrarás.
¡Aquí el aire no puede ser más puro! A continuación verás una puerta giratoria de las antiguas (a mis hijas les hizo mucha gracia porque parecía una máquina que las iba a teletransportar al espacio) y unos metros más adelante un arroyo. ¡Cruzarlo no supondrá ninguna complicación!
Te queda nada ya para entrar en el bosque de acebos y observar un auténtico espectáculo de colores. Para aprovecharlo al máximo, decidimos parar en este enclave para montar nuestro particular picnic (en este caso tiramos de embutido y pan) para reponer fuerzas. ¡La subida hasta aquí ha costado un poquito!
A partir de aquí la naturaleza nos sorprende. Dan ganas de salirse del recorrido pautado, pero no conocemos la zona y no queremos perdernos. Aprovechamos para explicarles a los niños que estamos ante el arbusto que da el fruto de la baya roja, tan típico en la época navideña y que se utiliza para hacer las tradicionales coronas que adornan las puertas de las casas en diciembre.
Cuando terminas de cruzar parte del bosque, empiezas a descender para llegar al punto de partida. Sabrás que te queda poco de ruta cuando te topes con una segunda puerta giratoria y salgas al camino por el que empezaste a subir.
Por cierto, no te lo he dicho pero solo nos cruzamos con una familia en todo el trayecto. No sabemos si es porque la gente no conoce esta senda o porque escogimos para hacerla un día medio nublado pero… ¡fue una maravilla o más bien yo diría que un lujo!