Guadalajara es archiconocida por su ruta de los pueblos negros: Tajamón, Valverde de los Arroyos, Campillejo o Palancares. ¡Sin lugar a dudas, pueblos de gran belleza arquitectónica! Pero Guadalajara esconde también otros bellos rincones que combinan arte, historia y naturaleza. Nos vamos hasta Jadraque, donde además de visitar su castillo o ver un cuadro del mismísimo Zurbarán en su iglesia, pudimos hacer lo que más nos gusta: una ruta circular a orillas del río henares.
Sencilla ruta por el río Henares en Jadraque
La senda que hoy te propongo es apta para familias con carro de bebé, para grupos de amigos con niños y con perros, para padres y madres que se inician en el apasionante mundo del senderismo, para hogares familiares con hijos que acaban de empezar a andar y, sobre todo, para todos aquellos que buscan un rincón a no más de dos horas de Madrid en el que no haya mucha gente y se puede desconectar.
Llegar a Jadraque no tiene pérdida. Coges la carretera A2, te desvías en Taracena para coger la CM-1003 y todo recto hasta que llegas a la Villa de Jadraque. La entrada al pueblo es preciosa porque te recibe el castillo (luego te hablaré de él más abajo) y vas descendiendo poco a poco hasta entrar en esta pequeña localidad manchega. Para llegar al punto de inicio de esta ruta, te dirigirás hacia la estación de tren. Verás un paso a nivel (lo cruzas) y tras él, un puente y a la izquierda una zona donde dejar el coche.
Para que te dejes envolver más por la naturaleza, mi consejo es que realices la ruta por el camino que más pegado al río está. Si vas en otoño, el color amarillo de las hojas te enamorará. El recorrido hace trazos que están más cerca del Henares y otros en los que caminas en paralelo a un campo de maíz. Si tus hijos, como las mías, nunca han visto crecer este fruto, ¡aquí tienes una buena ocasión! A lo largo de la ruta encontrarás señales que te indicarán el camino a seguir, ¡así que no tengas miedo de perderte!
Volvemos cerca del río y cruzamos un puente para salir a un lugar nada frondoso y desde donde podemos observar el castillo del Cid. ¡Saca tu móvil porque la estampa merece la pena!
Hemos pasado ya dos puntos claves en este trayecto: el puente del Batán y la pasarela peatonal. ¿Dónde vamos a ahora? Regresamos al punto de inicio porque ahí hay una área recreativa con mesas para poder comer antes de hacer la segunda parte de nuestra ruta. En este lado del río, vemos una huerta con manzanas, calabazas gigantes y más frutas y verduras.
Después de comer (no habremos hecho más de dos kilómetros) emprendemos camino hacia la otra parte de la senda. Atravesamos por debajo el puente de piedra y nos dirigimos a la playa, una zona en la que imaginamos que los días de mucho calor en verano se tiene que estar genial, aunque todo hay que decir que el agua más que cristalina tiende a colores más marrones.
Dejamos los árboles y el río para llegar hasta un túnel y regresar al lugar de partida viendo cómo pasan los trenes. Quizás esta es la parte menos atractiva y bonita de la senda, pero nos apetecía descubrirla y no volver por el mismo lugar. Además eso de cruzar las vías del tren (por su paso a nivel y siempre que las indicaciones lo autoricen) resulta toda una aventura para los niños.
Sin apenas darnos cuenta hemos hecho una ruta de poco más de tres kilómetros, hemos comido nuestra deliciosa tortilla y empanada casera, hemos descubierto un sitio nuevo y ahora… ¡nos toca subir al castillo del Cid, lugar de descanso de reyes y nobles de la corte francesa y española! Si tú también quieres entrar dentro, debes saber que solo es posible con reserva previa en la oficina de turismo.