Senderismo combinado con una visita cultural. Esa es nuestra propuesta en esta ocasión para pasar un día completo sin salir de la Comunidad de Madrid y sin tener que hacer muchos kilómetros. Una pista: ponemos rumba al paraíso de las palmeras de chocolate. ¿Sabes ya dónde nos dirigimos hoy? ¡Morata de Tajuña! Allí visitamos el museo de la molinería, recorremos la senda ‘El bosque’ y degustamos el prodcto típico de este pueblo madrileño. ¡Día completo sin lugar a dudas!
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Primera parada: Visita al museo de la molinería de Morata de Tajuña
El contacto con la naturaleza nos hace desconectar del estrés del día a día y también recargar pilas pero esta vez necesitamos algo más: papá y mamá propusimos a las niñas ‘alimentar la mente’ y que nuestra primera parada del sábado en familia no tuviese que ver con parques, bosques o rutas. Para nuestra sorpresa, ¡aceptaron encantadas!
El museo de la Molinería , también conocido como Molino de Abajo o Molino de la Huerta de la Vega, se encuentra a las afueras de Morata de Tajuña (Si vas desde Madrid, la mejor opción es coger la A 3, dirección Valencia, desviarte en el kilómetro 28 y seguir las indicaciones hasta el pueblo. Para llegar a este punto, hay que cruzar el pueblo y estar pendiente de las señales. ¡No tiene pérdida!) y es uno de los puntos de parada obligatoria de la ruta Verde.
El enclave en el que se encuentra es maravilloso, porque al tener el río cerca (este molino hidráulico se mantuvo activo hasta los años 70) todo está muy verde y transmite una calma y una paz increíble. Además hay un parque infantil (mis hijas fueron directas a él) y un merendero.
Por dentro (hay que reservar previamente, la entrada es gratuita, no son más de 9 personas por medidas COVID y tiene una duración de 50 minutos) todo es un viaje a la historia de España, ya que se ha recreado cómo fue el trabajo en épocas pasadas.
Mis hijas pudieron probar a moler avena de la misma manera que se hacía en la prehistoria o en la Antigua Roma, descubrir distintos instrumentos para pesar (la balanza romana) y aprender otras medidas para comprobar las capacidades del grano (fanega). Y, por supuesto, ser testigos de primera mano de cómo la fuerza del agua era capaz de mover una gigantesca piedra que transformaba el grano en harina.
Un 10 a la guía por hacer que los niños siguieran fácilmente la visita y no se aburriesen. Y, premio final, la maqueta en papel de un molinero para pintarlo, recortarlo y montarlo en casa. ¡Una manualidad de lo más entretenida!
Segunda parada: Ruta de senderismo con niños por ‘El Bosque’
Cogemos el coche y nos encaminamos a este parque urbano de unas 33 hectáreas situado al norte del municipio (Si lo buscas en el GPS, la mejor forma de llegar es poniendo Calle José María Rodelgo. Verás un kiosco de comida y un poco más adelante está el punto de inicio). Nosotros escogimos esta área recreativa para comer nuestro bocata de jamón y chorizo y para hablar sobre lo que habíamos visto en nuestra primera parada. ¡Se han enterado casi mejor que los mayores!
El cuerpo nos pedía movimiento, así que no tardamos mucho en ponernos en camino. ¡Íbamos completamente solos! Sí que es cierto que es un trayecto de apenas 1400 metros (existe una versión más extendida de cuatro kilómetros) y que está muy escondido pero para nosotros fue como tener el mundo a nuestros pies.
Por desgracia, se nota las consecuencias de Filomena y, aunque los operarios trabajan a diario para arreglar desperfectos, aún se pueden ver árboles caídos en mitad de la ruta. Tienes que seguir la información que verás en las balizas y que ponen senda B (la A es más sencilla y no llega a los 900 metros). Si te gusta el mundo de la botánica, no dejes de pararte en los carteles con los que te topes para descubrir qué especie arbórea tienes frente a ti.
El primer tramo es una pendiente que no reviste mucha dificultad. Llegas a un punto en el que dudarás de seguir a la derecha y cruzar un túnel, ¡coge este segundo! La siguiente parte es toda cuesta arriba (mi hija pequeña se quejó mucho) pero merece la pena porque luego viene la bajada, algo que fascina a los pequeños de la casa. Eso sí, antes hay que volver a pasar por debajo de otro túnel. (Aquí la baliza ha desaparecido pero guíate por la flecha pintada en una señal de tráfico).
No queda mucho para llegar a nuestro punto de origen (la ermita). Como dice el refrán español: ‘Lo. mucho cansa y lo poco agrada’. ¡Nos hemos quedado con ganas de más!
Tercera y última parada en nuestra excursión con niños a Morata de Tajuña: Degustación de palmeras de chocolate
Para terminar (no hacerlo sería pecado) y como forma de reponer fuerzas nos pasamos por una de las tiendas del pueblo (Nosotros adquirimos en pastelería Conejo, en la calle Real) para saborear las famosas palmeras de chocolate.
Solo cuando das un mordisco a una de ellas, entiendes por qué hay colas y colas en los distintos locales que las ofertan (da igual que sea por la mañana o por la tarde, la gente espera para comprar una, dos o tres cajas) y por qué su fama y las críticas que reciben son tan buenas. ¡Son de reconocimiento nacional!
Por cierto, otros productos típicos de Morata de Tajuña son las frutas y verduras cultivadas por gente de la zona. Si te adentras por las calles más interiores del pueblo y, según la época del año, podrás adquirir a muy buen precio cebollas, ajetes o espárragos (abril) e, incluso, uno de los ingredientes que no pueden faltar en una ensalada: el tomate (agosto es el mejor mes para ello).