¿Os imagináis que cuando salís por la puerta de la biblioteca y se apagan las luces los libros cobran vida al más puro estilo Toy Story? ¿Os imagináis si los libros pudiesen hablar y tuvieran sentimientos? ¿Si hablaran sobre los niños que los han leído y han pasado sus páginas? ¿Si se pudieran mover por las estanterías e incluso saltar al suelo? Eso es precisamente lo que ocurre en ‘El cuento que quería ser leído‘ (editorial Maeva), una historia de Carolina Rabei en la que la biblioteca está más viva que nunca cuando se cierran las puertas y se apagan todas las luces.
La historia de Dino despierta las ganas de leer en los niños
En el centro del relato está Dino, un pequeño libro olvidado en una estantería, en el que ningún niño se fija hasta que, gracias a la ayuda de sus compañeros, consigue quedar a la vista de los visitantes de la biblioteca.
Dino quiere ser tan querido como los demás, que los niños lo lean y lo encuentren divertido, cosa que finalmente quizás ocurra tras el trabajo en equipo de sus amigos, y tras alguna que otra peripecia que no desvelaremos.
Las delicadas ilustraciones en este cuento son parte fundamental de la historia y es algo a lo que debemos estar atentos al pasar cada una de las páginas. Texto y dibujo forman un todo y desde el principio al final del cuento los dibujos también nos cuentan cosas. Si abrimos bien los ojos, veremos que Dino es al inicio un libro sin título: está tan olvidado, es tan desconocido, que ni siquiera lo tiene. Y esto le hace sentir diferente y triste.
Qué aprenden los niños con ‘El cuento que quería ser leído’
A través de la historia de Dino y de las ilustraciones de la autora del cuento, conseguimos que los niños vean los libros desde otra perspectiva, que sientan curiosidad por todos aquellos libros amontonados que a veces vemos en la biblioteca o en la librería y a los que apenas prestamos atención.
Es importante hacer ver a los más pequeños que lo interesante de los libros está en su interior, igual que ocurre con las personas. Y que en cada libro no leído, hay un mundo por descubrir. No es tan fácil impulsar en los niños esa inquietud por abrir los libros, y menos actualmente compitiendo con la gama de estímulos audiovisuales tan amplia y tan potente que tenemos al alcance de la mano. Creo sin embargo que este pequeño relato intenta y consigue al menos sembrar la semilla de la curiosidad.
Podemos jugar, siguiendo la lectura, a adivinar dónde están los cuentos que el texto va mencionando, adivinando también o deduciendo que son los libros que los niños de la biblioteca sí han leído: si tienen título, así ha debido ser.
Muy recomendable este original cuento sobre cuentos en el que encontramos emociones, trabajo en equipo, solidaridad y, sobre todo, algo que a todos los niños (y a muchos adultos, como yo) les encanta: un final feliz. Quizás la próxima vez que salgamos por la puerta de la biblioteca tengamos tentación de girar la cabeza y echar un vistazo por la ventana…